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Basílica de San Pablo Extramuros

Publicado por Laura Prieto Fernández

La basílica de San Pablo Extramuros es el edificio religioso de mayor tamaño ubicado en la ciudad de Roma tras la Basílica de San Pedro del Vaticano. Parece ser que el primitivo edificio de época paleocristiana se levantó en la época de Constantino y en él se conservaban los restos mortales de San Pablo de Tarso. La basílica se levantó en el terreno ocupado por una antigua necrópolis en la que según las fuentes documentales descansaban los restos de San Pablo. Parece ser que en este lugar se erigió un pequeño cubículo –cella memoriae- donde los primeros cristianos rendían culto al discípulo de Cristo.

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El lugar se convirtió en centro de peregrinación a partir del siglo I d.C. y debido a su apogeo en el siglo IV, en torno al año 306 o 307, el emperador Constantino decidió levantar un nuevo santuario. El edificio levantado por el emperador se situaba a dos kilómetros de la muralla de Roma -de ahí el nombre de San Pablo Extramuros- se trataba de la típica construcción religiosa cuya tipología quedaba fielmente representada en la basílica. Con una planta rectangular dividida en tres naves cuyo único ábside de medio punto contenía la sepultura de San Pablo. La arquitectura pronto resultó ser, de nuevo, demasiado pequeña para los fieles que acudían hasta el templo y los siguientes emperadores optaron por derruir el edificio y levantar una nueva construcción más majestuosa. Del edificio de Constantino apenas se conservó una pequeña parte que se puede observar en la actualidad en el ábside de la actual Basílica de San Pablo.

Las obras del nuevo edificio, conocido como el edificio teodosiano, fueron dirigidas por Salustio el perfecto de la ciudad y ejecutadas por el maestro Cirade. El edificio seguía el mismo esquema que el anterior, el modelo basilical se concretaba esta vez en una basílica de cinco naves y un solo ábside que con el tiempo llegó a ser el templo de uno de los conjuntos monásticos más destacados de Roma. Con el tiempo se llevaron a cabo algunas modificaciones en la construcción (se elevó el pavimento con respecto a la altura original, se colocó un acceso desde el transepto directo a la tumba del santo…) pero en su concepción se mantuvo inalterable de manera que en el siglo XIX era uno de los edificios cristianos más antiguos de toda Europa.

En 1823 el incendio provocado por un trabajador que restauraba el tejado de la basílica arrasó con la edificación destruyendo prácticamente la totalidad del edificio. El templo quedó en unas condiciones tan precarias que hubo que reparar prácticamente la totalidad del muro; las obras fueron encargadas a Giusepe Valadier y se realizaron según las teoría restauradoras de la época de manera que hoy no resulta sencillo diferenciar los restos originales del proyecto de Valadier. Se levantó un nuevo edificio de cinco naves y un solo ábside que estilísticamente responde a los parámetros del estilo neoclásico. Entre los restos de la primitiva construcción se encontró un sarcófago que supuestamente debería albergar los restos del discípulo aunque aún no se ha podido comprobar.