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Basílica Nuestra Señora de los Ángeles y Porciúncula

Publicado por Laura Prieto Fernández

En la colina de Asís, en el centro de Italia podemos encontrar uno de los lugares más venerados por los franciscanos en particular y por todos los cristianos en general ya que hasta allí se desplazan miles de peregrinos todos los años, La Basílica de Santa María de los Ángeles que cuenta con la particularidad de ser la única iglesia que tiene en su interior otra iglesia, la conocida Porciúncula; el lugar donde el mismísimo San Francisco de Asís dejó el mundo material para dedicarse a los pobres y en donde se encuentran los orígenes del movimiento franciscano.

Según cuenta la leyenda los orígenes de la pequeña capilla de Porciúncula se remontan al año 352 o 366 cuando los monjes eremitas del valle de Josafat junto con la aprobación del papa Liberio, crearon una pequeña capilla para albergar algunas reliquias de la Virgen María. A principios del siglo XIII, la pequeña iglesia es entregada a San Francisco para que éste fundase allí mismo su iglesia madre y pese a las malas condiciones en las que se encontraba así lo hizo. El santo restauró el templo con sus propias manos y siguiendo la llamada de dios abandonó cualquier contemplación material para dedicar su vida a los demás.

Tras la muerte del Santo en 1226 los monjes edificaron pequeñas construcciones alrededor de Porciúncula sin embargo, a medida que la fama de San Francisco aumentaba el lugar se iba quedando pequeño para albergar el creciente número de peregrinos que querían acercarse a conocer la casa madre de los franciscanos. De este modo y por orden expresa del papa Pío V a mediados del siglo XVI se derribaron todas las construcciones que habían surgido en torno a Porciúncula excepto ésta misma y la celda donde murió San Francisco que hoy recibe el nombre de la Capilla del Tránsito.

Se levantó entonces una magnífica basílica, el séptimo edificio más grande de la cristiandad de la mano de dos grandes arquitectos, Jacopo Vignola y Galeazzo Alessi quienes plantearon una basílica de planta rectangular con tres naves, la central más ancha que las laterales; con transepto marcado en planta y una altísima cúpula en la zona del crucero. El interior del templo presenta una dicotomía entre la propia basílica, muy sencilla y sin apenas ningún tipo de decoración y las capillas laterales que cuentan con una profusa decoración. Bajo un preciosista coro elaborado en madera por los propios monjes franciscanos, nos encontramos la cripta de la basílica en la que se encuentra la capilla del Tránsito.