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San Andrés del Quirinal, Bernini

Publicado por Laura Prieto Fernández

El templo barroco de San Andrés del Quirinal o Sant»Andrea al Quirinale es una de las mejores obras realizadas por el maestro italiano Gian Lorenzo Bernini y Giovanni Rossi quien continuó la estela de Bernini en la construcción de este templo.

Bernini ha pasado a la historia como uno de los grandes genios, no sólo en el campo arquitectónico, también en el escultórico. Bernini (1598 – 1680) procedía de Nápoles; nacido en una familia de artistas, los primeros pasos de su carrera fueron de la mano de su padre, un arquitecto bastante reconocido. Sin embargo el joven arquitecto pronto superó a su maestro y sus obras comenzaron a llamar poderosamente la atención de algunos de los comitentes más importantes de la época.

Trabajó para algunas de las órdenes religiosas más importantes del momento así como para familias nobiliarias y el papado, con quien mantuvo excelentes relaciones que le otorgaron múltiples encargos.

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San Andrés del Quirinal fue un encargo de la que quizás haya sido la orden religiosa más influyente en el siglo XVIII, los jesuitas. Bernini recibió el encargo a través de Inocencio X ya que éste fue quien le recomendó al cardenal Camillo Pamphili un arquitecto de su máxima confianza. Las obras se desarrollaron entre 1658 y 1670; el proyecto de Bernini hubo de adaptarse al espacio que un templo anterior –que debía datar del siglo XV- había dejado.

Además de su innovadora planta ovoide, Bernini también introdujo en San Andrés del Quirinal una serie de elementos arquitectónicos y decorativos que reflejan su genialidad y su capacidad para fusionar la arquitectura con la escultura. La cúpula, por ejemplo, es una obra maestra de la arquitectura barroca, con su tambor decorado con pilastras corintias y ventanas alternas, y su casquete interior pintado con un fresco que representa la Gloria de San Andrés, obra del pintor francés Jean de Boulogne, conocido como Giambologna.

El arquitecto ha dejado de lado la planta tradicional de cruz latina y espacios regulares y ahora es centralizada, con forma de ovoide, de manera que en ella se configuran dos ejes; el menor de ellos fue utilizado por el arquitecto para establecer tanto la entrada al edificio como el altar mayor. El acceso al templo está configurado como un espacio que acoge al fiel y le invita a entrar –es el mismo esquema que el artista ha utilizado en la Plaza de San Pedro del Vaticano pero con dimensiones más reducidas- pero al contrario de lo que podríamos esperar, la fachada tiene un corte clasicista con pilastras corintias de orden gigante que enmarcan la puerta de acceso.

En el interior encontramos capillas laterales que han sido horadadas en el paramento y tienen alternativamente formas rectangulares y ovaladas, no en vano la tradición jesuítica invitaba al recogimiento y la penitencia de modo que estas capillas son el lugar perfecto para la confesión y posterior comunión del feligrés.

Especial mención merece la capilla mayor cuyo acceso está precedido de un par de columnas corintias a cada lado que sostienen un entablamento con frontón semicircular que aparece rematado por una escultura de San Andrés que sobrevuela todo el conjunto.

La decoración ha sido realizada por el artista Antonio Raggi bajo las directrices de Bernini entre 1661 y 1666. El uso de mármoles de colores combinados con los juegos lumínicos ofrece una gran plasticidad a todo el conjunto arquitectónico. Las capillas laterales aparecen decoradas con grandes lienzos de artistas como Mazzanti, Maratta o Baciccia; además en una de las capillas se encuentran los restos mortales de Carlos Manuel IV de Saboya y los de San Estanislao de Kostka.

Además de su belleza arquitectónica y su rica decoración, San Andrés del Quirinal también destaca por su importancia histórica y cultural. A lo largo de los siglos, el templo ha sido testigo de numerosos eventos significativos, como la beatificación de San Estanislao de Kostka en 1726 y la canonización de San Luis Gonzaga en 1729. También ha sido el lugar de entierro de varios miembros de la nobleza y la realeza, como el rey Carlos Manuel IV de Saboya, que abdicó en 1802 y pasó el resto de su vida en el templo como un simple monje jesuita.

En definitiva, San Andrés del Quirinal es una auténtica joya del barroco romano y una de las obras maestras de Bernini, que refleja su genialidad y su capacidad para fusionar la arquitectura con la escultura y la pintura. Un lugar que no solo es un templo religioso, sino también un monumento a la historia y al arte.