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Pinturas rupestres de Lascaux

Publicado por A. Cerra
Toros, caballos y ciervos en Lascaux

Toros, caballos y ciervos en Lascaux

Las pinturas rupestres de las grutas de Lascaux en la región francesa de la Dordoña, constituyen con el conjunto rupestre de Altamira, de la región española de Cantabria, las dos grandes obras maestras del hombre prehistórico. Son conjuntos muy amplios, realizados por diferentes artífices con capacidades variadas, pero entre todo ello se encuentran algunas de las creaciones más sublimes que ha realizado el ser humano, con el añadido de contarse entre los primeros testimonios artísticos de la Humanidad.

De hecho, muchos historiadores consideran que las pinturas de Lascaux, al igual que las de Altamira, son la prueba evidente de que la humanidad no ha sido realmente capaz de mejorar desde un punto de vista artístico, simplemente las formas han evolucionado. Pero el arte es tan mayúsculo en estas pinturas prehistóricas realizadas con pigmentos animales y minerales, como en creaciones de vanguardia. De hecho, el gran representante del arte durante el pasado siglo XX, Pablo Picasso, las admiraba profundamente y llegó a decir: “el problema es que nos han enseñado a ver y representar lo que vemos. ¡Si pudiéramos adoptar la postura de los hombres que realizaron esos maravillosos dibujos de Lascaux y Altamira!”

La factura de estos dibujos es exquisita, y se puede ver que sus creadores se detuvieron en la representación de infinidad de detalles, y supieron plasmarlo, lo que es más que destacable teniendo en cuenta las posibilidades técnicas, tanto del soporte, la propia roca, como de los útiles para pintar o los propios colores utilizados. Si bien algunos de los elementos usados, curiosamente, se siguen utilizando hoy en día como el carbón vegetal o el ocre roja de tierra.

En cuanto al significado de ese repertorio de animales, con caballos, toros, bisontes, ciervos, etc, se desconoce a ciencia cierta el porqué. Todo son especulaciones. Podrían ser pinturas mágicas o rituales para atraer la caza. El hombre de la época era cazador de todas esas especies, y de su captura dependía su supervivencia, por ello siempre se ha pensado que las pinturas serían una especie de conjuro visual para atraer a sus presas y que su caza fuera lo más propicia posible. Pero lo dicho es una especulación. Nadie puede garantizar que aquellos hombres prehistóricos no las pintaran por placer y por el mero hecho de pintarlas, al igual que un artista se pone ante un paisaje y lo plasma en el lienzo. Y que la ocupación continua de la cueva invitara a otros residentes posteriores a imitar las creaciones de ese primer artista. Ya que las pinturas son de épocas distintas, incluso realizadas a lo largo de siglos y milenios. Lo dicho, maravillosas y enigmáticas.