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Estatua ecuestre Felipe IV

Publicado por Laura Prieto Fernández

El monumento a Felipe IV, también conocido como estatua ecuestre de Felipe IV o más popularmente como Caballo de Bronce no es sólo un monumento escultórico conmemorativo sino un alarde de ingenio. La obra que hoy se encuentra en Madrid es fruto de un encargo realizado por la monarca española Isabel II, sin embargo la estatua original es muy posterior y fue encargada por el propio monarca.

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Durante la primera mitad del siglo XVII, en torno al año 1634 el monarca Felipe IV quiso levantar en su honor una estatua ecuestre que imitase a la que el escultor Pietro Tecca había realizado para su padre Felipe III. Sin embargo el monarca pretendía que su obra superase a la de su progenitor para lo que se rodeó de algunos de los genios artísticos más destacados de la época, de hecho fue el pintor de cámara del rey Diego de Velázquez quien planteó la idea de alejarse de las tipologías clásicas de la estatuaria ecuestre que imitaban el modelo del antiguo Marco Aurelio y realizar una obra en la que el caballo estuviese encabritado.

Velázquez había utilizado este mismo recurso en numerosas obras, el caballo en corbeta no sólo resulta mucho más vistoso sino que acentúa la gallardía y el poder del jinete, sin embargo llevar a cabo una escultura de estas características no iba a resultar en absoluto fácil ya que los escasos puntos de apoyo desequilibraban por completo la composición.

Pietro Tecca fue de nuevo el escultor que debía llevar a cabo esta singular empresa y para ello se apoyó en los bocetos que realizó el propio Velázquez, en un busto que Martínez Montañés había realizado del rey y con la inestimable ayuda de uno de los científicos más destacados de la historia Galileo Galilei, quien debía ocuparse de los aspectos más técnicos. Su realización tardó más de seis años y hasta 1641 la obra realizada en bronce no llegó a Madrid.

En realidad el artista envió antes varios bocetos realizados en barro a Madrid que fueron desechados por no ser del gusto del monarca hasta que finalmente Ferninando Tecca, hijo del primero y también escultor, envió un busto al rey que fue de su agrado. En conjunto la obra es un alarde escultórico de gran belleza y dinamismo. La representación del monarca es bastante fidedigna y especial mención merecen las calidades táctiles de sus ropajes así como la banda calada que ondea al viento.

La obra que aquí nos ocupa fue la primera escultura ecuestre a dos patas realizada en todo el mundo y paradójicamente la solución constructiva vino de la mano de Galilei quien aconsejó al escultor hacer la parte inferior de la pieza maciza y quedar hueca la parte delantera. La pieza tan sólo se apoya en las patas traseras y sutilmente en la cola del caballo.

En la actualidad la estatua forma parte de un conjunto monumental mayor con un alto pedestal y fuentes y se ubica en la Plaza de Oriente de Madrid.