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Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni, Bernini

Publicado por Laura Prieto Fernández

En ocasiones los artistas son recordados por una obra en particular que se convierte en su obra maestra de modo que ésta es la figura principal de su producción y quizás la más conocida para el gran público, de esta manera si pensamos en la producción escultórica del artista barroco Gian Lorenzo Bernini, su obra más icónica y una de las más conocidas es su famoso Éxtasis de Santa Teresa. No obstante unos años después de realizar su famosa escultura, el artista planteó en la que sería una de sus últimas obras, un éxtasis aún más llamativo y con mayor carácter sexual si cabe que el de Santa Teresa; esta es la obra que aquí analizamos y que se conoce como El Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni.

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La obra debió ser realizada a finales del siglo XVII, concretamente entre los años 1673 y 1674, recordemos que Bernini falleció unos años después en 1680 y por aquel entonces Bernini ya estaba consagrado como uno de los mejores escultores, arquitectos y pintores de toda Roma y en sus manos el concepto artístico del barroco tomó nuevos derroteros ya que supo consagrar a sus esculturas un nuevo dramatismo que conjugaba con la teatralidad de las formas.

En este caso la escultura de la beata Ludovica Albertoni se encuentra en la Iglesia de San Francesco a Ripa concretamente en la capilla que pertenece a la familia Altieri. Fue precisamente en el año 1673 cuando el sobrino del por entonces papa Clemente X Altieri mandó restaurar la capilla que albergaba los restos mortales de sus familiares y antepasados. En ella se colocó además esta escultura de la beata no sólo como un antepasado más de la familia Altieri sino como símbolo del poder de su tío que por aquel entonces ya había beatificado a Ludovica por sus conocidos milagros y visiones.

Se trata de una escultura de carácter horizontal que mide unos doscientos diez centímetros de anchura y algo más de noventa centímetros de alto. En este caso el artista ha elegido para su representación el momento de su muerte y no como en el caso de Santa Teresa en el que el artista representó su éxtasis sin embargo, la representación de la obra no resulta fidedigna sino más bien idealizada ya que en ningún momento la beata parece tener un aspecto de sesenta años, edad a la que falleció.

De nuevo podemos observar como la genialidad del artista y su conocimiento de la escenografía, han logrado crear una obra teatral y dramática. El artista ha colocado a la beata sobre una mesa por encima del altar de la capilla. Los muros de los lados actúan de cerramiento y se inclinan ligeramente para recrear un cubículo que albergue a la santa. Dos pequeñas ventanas verticales permiten que entre la luz a la capilla y provocan una sensación de ingravidez en la escultura que parce como si flotara.

La escena se completa con unas pequeñas esculturas de angelitos que flotan alrededor de la difunta y un lienzo de Giovanni Battista Gaulli que hace de fondo.