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Falconet escultor dualista

Publicado por Laura Prieto Fernández

Las obras de arte son el reflejo de las sociedades que las vieron nacer en las manos de los artistas, sin embargo en algunas ocasiones esas obras se han mimetizado con una cultura o con una ciudad de modo que han quedado unidas intrínsecamente; en este sentido no podríamos entender viajar a Egipto sin ver las pirámides, la Torre Eiffel de Paris o la Estatua de la Libertad en Nueva York, así pues parce fácil de entender que el mayor privilegio para un artista sea crear una de estas piezas fabulosas que perpetúe su nombre hasta la posteridad, el artista que aquí analizamos fue uno de esos pocos privilegiados que logró crear una obra tan singular, Etienne Maurice Falconet.

Falconet (1716 – 1791) nació en el seno de una humilde familia en una pequeña localidad francesa. Desde muy joven entro como aprendiz en el taller de un carpintero debido a la delicada situación económica de su familia y gracias al azar el escultor Jean Baptiste Lemoyne lo contrató en su taller después de ver las pequeñas figurillas que el artista tallaba en sus ratos de ocio. Su pericia en el campo escultórico fue tanta que pronto sus piezas interesaron los mayores comitentes y nada menos que la Marquesa de Pompadour le hizo importantes encargos.

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En la década de los cincuenta –concretamente en 1755 y 1757- participó en algunos salones oficiales con obras como La bañista o Cupido, que le reportaron una gran fama gracias a su estilo fino y delicado en el que se aprecian los ecos de una escultura neoclasicista pero que a su vez tiende al romanticismo de la época, en una perfecta praxis de sensualidad y delicadeza.

Fue precisamente su estilo delicado lo que le valió en 1757 el puesto de director de la fábrica de porcelana más destacada de Europa, La Fábrica Real de porcelana en Sèvres. De esta época son características sus obras realizadas en pasta tierna o lo que es lo mismo en porcelana blanda sin caolín, así como sus biscuits. De esta época son famosas algunas de sus piezas como Els Enfants, pequeñas piezas creadas para la decoración de las mesas de gala que fueron muy populares en la época.

Pero Falconet demostró que no sólo era un escultor de delicadeza, el artista supo además crear obras de gran potencial y así lo demostró en la que sería la obra cumbre de su carrera, La escultura ecuestre de Pedro el Grande en San Petersburgo y conocida como El Caballero de Bronce encargada por la emperatriz Catalina la Grande con el fin de perpetuar su dinastía como seguidora de los Románov. En esta pieza Falconet demostró que sus habilidades técnicas iban más allá de las pequeñas figurillas decorativas o de la porcelana, se trata de una gran obra de colosales dimensiones en la que el artista ha logrado recrear la magnificencia de un gran dignatario sin tener que representarlo como un guerrero.

Falconet además de artista fue teórico del arte y su amistad con el mismísimo Diderot le valió para publicar un artículo en la Enciclopedia sobre escultura.