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Arte persa (II)

Publicado por Chus

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Aparte de los palacios, solo quedan restos de construcciones funerarias aqueménidas, como la “Tumba de Ciro” en Pasagarda, recinto elevado sobre un alto podio decreciente, de planta rectangular con cubierta plana. Se trata de un tipo de construcción funeraria que posteriormente no se repitió en esta arquitectura, ya que sus sucesores tallaron sus tumbas en las rocas, tratando quizás de emular a los hipogeos egipcios, aunque sin la grandiosidad del espacio interior de éstos, ya que aquí se sitúan un vestíbulo y una sala sin decoración. Eso sí, la pared exterior se enriquece con monumentales relieves.

Precisamente los relieves constituyen uno de los aspectos fundamentales del arte aqueménida, concebidos normalmente en relación a la arquitectura, como los asirios. Sin embargo, mientras que éstos decoraban patios, corredores y salas de los palacios de Jorsabad o Nínive, con intención de ser leídos, los persas, se disponen en los pretiles de las escalinatas, en los basamentos de las terrazas o en las jambas de las puertas, es decir en lugares que realcen las arquitecturas. Los relieves asirios tenían carácter narrativo, con episodios de batalla y de caza, relatando un hecho, en cambio éstos apenas narran una historia, ya que muestran las procesiones de los tributarios, oferentes o guerreros, tal vez aludiendo así al poder de los gobernantes que, sin ser representados, parecen dominar el mundo entero debido a todos los que le rinden pleitesía. El efecto de estos relieves es monótono, seriativo, repetitivo. Estaban policromados, aunque en la actualidad los colores se hayan perdido, ya que tanto la arquitectura como la escultura se coloreaba, tanto Pasagarda como Persépolis, donde las columnas de piedra y los dinteles de las puertas, lo mismo que la vigas de madera y los techos se pintaban, las puertas se revestían de oro o bronce y los personajes de los relieves se coloreaban con tonos vivos.

Pero el ejemplo más colorido lo encontramos en el palacio de Susa, donde se usó el ladrillo vidriado (técnica mesopotámica) sustituyendo al bajorrelieve en piedra. Las representaciones de los muros están compuestas por una fauna fantástica de toros alados, leones androcéfalos, leones cornudos, …), aunque el ejemplo más destacado lo constituyen los arqueros de la guardia real, ataviados con vistosos trajes de colores, que aparecen en un desfile interminable que resulta interesante por la variedad cromática que ofrece (azules, amarillos, naranjas, verdes), ya que existe una acusada isocefalia de los famosos “inmortales”, puesto que todos reproducen los mismos rasgos, cabello con diadema, barba, la disposición de pies y manos que sujetan una lanza, con el carcaj a la espalda, avanzando los pies, etc.

Las artes suntuarias aqueménidas alcanzaron un gran refinamiento, sobre todo las relacionadas con el trabajo del metal, como puede observarse en los tesoros. Las vajillas reales, disponían de platos y vasos de plata, además contaban con torques y collares de oro, lo mismo que los brazaletes también del mismo metal. Quedan asas de vasos, como la “Cabra montés alada” de plata e incrustaciones de oro que se levanta sobre una cabeza de sátiro o innumerables figuritas votivas de plata que muestran una delicadeza propia de una cultura de gran refinamiento.