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El arte de Mesopotamia (III)

Publicado por Chus

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En un primer momento en el solar mesopotámico aparecen las manifestaciones de la cultura sumeria, una civilización compleja, formada por una serie de ciudades-estado independientes que compiten entre sí por alcanzar la hegemonía sobre las demás, destacando en la treintena de las mismas las de Lagash, Ur, Uruk, Larsa, Kiss y Nippur. En estas ciudades sumerias el centro de las mismas era el templo erigido en honor de la divinidad local, eje de la vida religiosa, civil, política y económica, cuya máxima autoridad pasó de pertenecer a los sacerdotes a una especie de “gran hombre” o “patesi”, que con el tiempo se constituye en dinastías locales. Los primeros templos sumerios eran recintos abiertos a los fieles por diversas entradas que disponían de una capilla pequeña, con un nicho para la estatua del dios y una mesa para el ritual. Progresivamente el nivel del templo se irá elevando, levantando éste sobre grandes plataformas que terminaron por convertirse en fortalezas que acaban configurando la característica forma del zigurat. En cuanto a las esculturas, destacan las exentas, con sus características prismáticas y geométricas, acentuadas porque normalmente van ataviados con una especie de faldellín hecho con mechones de lana que caía bajo las rodillas pudiendo llegar hasta los tobillos y adquiría también forma troncocónica, contribuyendo a geometrizar aún más la representación de la estatuilla votiva. Cabezas esféricas, ojos resaltados por cejas postizas de betún, narices en forma piramidal, bocas rectilíneas o ligeramente arqueadas, cabellos simétricos, barba ordenada, eran los elementos con los que se configuraban las cabezas inscritas en las formas piramidales del tronco y resto del cuerpo, del que destacan las manos colocadas en posición entrelazada sobre el pecho.

Hacia el año 2300 a. C. la dominación sumeria cesó al invadir los acadios el territorio sumerio de la Baja Mesopotamia. El caudillo de los mismos, Sargón I consiguió dominar desde el mar Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico, centralizando su reino y comenzando a aparecer un destacado aparato burocrático y la consideración divina del rey, una especie de dios-rey vivo. El esplendor del Imperio Acadio lo consiguió su nieto, Naram-Sin, cuyas hazañas se inmortalizaron en la esquela de su nombre. Tras desaparecer el Imperio Acadio y un breve período de gobierno de los guti (pueblo procedente de Irán), se forma una nueva entidad política sumerio-acadia bajo el dominio de la ciudad de Ur. Es la época de los grandes zigurats, concebidos al igual que los templos egipcios, como lugares para entrar en contacto con la divinidad, en vez de extenderse a lo largo como éstos, lo hicieron hacia arriba, en vertical, creciendo hacia el cielo, la morada de los dioses. Además cumplen otra función, la de observatorios celestes, ya que en esta cultura la astrología tenía un gran peso e importancia. Uno de los zigurats más destacados sin duda es el de Ur. De planta rectangular, está compuesto por tres estructuras troncopiramidales superpuestas en altura, coronadas por un templete, todo ello recubierto por ladrillo cocido, alcanzando un altura de 21 metros. La sensación de monumentalidad aumentaba con las enormes escaleras que unían los diferentes niveles de las terrazas.