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Antipendio Esquius

Publicado por Laura Prieto Fernández

El frontal del altar de Esquius o antipendio de Esquius es una de las obras más destacadas del periodo románico en la provincia de Cataluña, España, que se encuentra en el Museo Románico de Cataluña. Los antipendios son piezas, generalmente de madera, que se decoraban con escenas religiosas y se colocaban en el frente del altar con el fin de completar el programa iconográfico del templo y decorar así un espacio que de otra manera estaría vacío.

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El antipendio de Esquius es una pieza que fue realizada siguiendo la técnica de temple sobre madera; parece ser que la obra dataría del segundo cuarto del siglo XII y fue hallada en el templo del Castillo de Santa María de Besora, Barcelona, España. De esta misma época aparecen en la provincia de Cataluña diferentes piezas pictóricas que siguen los mismos esquemas compositivos; así, al igual que el antipendio de Esquius podríamos encontrar el Frontal de la Virgen de Aviá o el Antipendio de Baltarga.

La evolución de estas piezas está ligada a dos factores sumamente importantes: por un lado la difusión de las ideas del románico francés que penetraban en la Península Ibérica a través del camino de Santiago dejando a su paso toda una corriente artística influida por los modelos y formas desarrollados en Francia. Cataluña, por su proximidad en a la frontera francesa, fue uno de los lugares donde más influencia tuvieron estas corrientes artísticas.

Por otro lado, no parece descabellado pensar que aquellos artistas encargados de realizar estas piezas, fueron maestros nómadas cuyo trabajo les llevase continuamente de un sitio a otro y por lo tanto su influencia se extendiese sobremanera por el territorio catalán.

En el antipendio de Esquius vemos el programa más tradicional de estas piezas, el Pantocrátor; Jesucristo resucitado aparece sedente dentro de la mandorla o almendra mística con actitud de bendecir. Se trata de una representación del Apocalipsis de San Juan en el que Jesucristo resucitado aparece como cosmocrátor-señor del espacio- y cronocrátor –señor del tiempo-; un Cristo todopoderoso vencedor de la muerte.

Rodeando la mandorla aparece el tetramorfos es decir, una representación simbólica de los cuatro Evangelistas: San Juan estaría representado por el águila ya que su Evangelio está considerado como el más espiritual y místico de los cuatro, San Marcos como un león ya que en sus Escritos lo primero que se relata es la visita de Jesús a San Juan Bautista, San Mateo como un ángel puesto que comienza narrando la Anunciación y San Lucas como un toro o buey al comenzar su Evangelio con la narración del Nacimiento de Jesús en el pesebre.

El conjunto aparece completado por la representación de los Apóstoles dispuestos en cuatro registros superpuestos dos a dos; todas las figuras están supeditadas en tamaño al Cristo central en una visión muy medievalista de otorgar mayor tamaño a la figura principal de la composición. Si bien todas las figuras se mantienen estáticas y carentes de naturalidad, en el pelo de los Apóstoles el artista ya ha adoptado una pequeña pero muy significativa diferenciación.