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Bautismo de Cristo, El Greco

Publicado por Laura Prieto Fernández

Doménikos Theotokópoulos (1541 – 1614) más conocido como El Greco, desarrolló un estilo artístico completamente atemporal basado en unos rasgos propios en los que combinó a la perfección la tradición bizantina de su origen con el colorido de la escuela veneciana y unas formas ya más cercanas al manierismo que a la tradición renacentista.

Pese a su origen griego El Greco desarrolló gran parte de su carrera en España –especialmente en Toledo- donde cosechó innumerables éxitos y trabajó para algunos de los comitentes más destacados de su época. Sin embargo, en más de una ocasión, su particular modo de componer las escenas resultaba le causó algunos problemas con sus clientes, demasiado vinculados a la tradición para poder responder abiertamente a las propuestas innovadoras de este genio renacentista. Y es que la pintura de El Greco se consideró en más de una ocasión como demasiado excéntrica pese a que en la actualidad es una de las figuras artísticas más reconocidas en el mundo del arte.

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En esta ocasión nos encontramos ante un tema religioso, El Bautismo de Cristo. El artista realizó en poco tiempo dos cuadros con esta misma temática, éste que actualmente se conserva en el Museo del Prado y otro que se conserva en la catedral de la ciudad de Toledo.

La obra que aquí nos ocupa está realizada en óleo sobre lienzo y data de en torno a 1596 – 1600; Fue encargado a modo de retablo para el Colegio de las Angustias de Doña María de Aragón y se trata de un lienzo de gran formato que tiene más de tres metros de altura y más de metro y medio de ancho. Pese a que el tema no es demasiado original, la pintura es tan característica del artista que difícilmente se podría dudar de su autoría.

El lienzo aparece dividido en dos planos diferentes: en la zona inferior vemos el mundo terrenal, Jesucristo está siendo bautizado por su primo, San Juan Bautista en el rio Jordán; en un plano superior vemos una corte celestial con y separando las dos composiciones Dios Padre a la cabeza que aparece según el antiguo Pantocrátor bizantino. Separando ambas regiones y como eje focal de la composición aparece una blanca paloma que representa al Espíritu Santo.

San Juan aparece ataviado con una piel de cordero y vierte el agua sobre Jesús con una venera. Éste aparece con la rodilla hincada en una roca y gesto teatral. Completando el conjunto de la zona inferior una corte de ángeles presencia la escena: algunos de ellos sostienen un palio rojo, que alude a la pasión, y sobrevuela la figura de Cristo. En la zona superior destaca la figura de Dios Padre, vestido de blanco en alusión a su pureza, aparece en una mandorla o almendra mística rodeada de una gran corte de ángeles.

Las figuras son alargadas y en algunas de ellas vemos torsiones exageradas que preludian las formas manieristas así como una marcada musculatura que remite a la influencia de Miguel Ángel en el pintor griego.