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Boda aldeana de Brueghel el Viejo

Publicado por A. Cerra
Boda aldeana de Brueghel

Boda aldeana de Brueghel

Esta pintura al óleo sobre soporte de madera la realizó el pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo en el año 1567, y en la actualidad es una de las obras maestras que salvaguarda el Museo de Historia del Arte de Viena, en Austria.

Brueghel pintó en numerosas ocasiones escenas de carácter rústico. Los ejemplos de ello son cuantiosos como La siega del heno o Los proverbios flamencos. Esa constante ambientación rural de sus obras, en su momento hizo pensar a los estudiosos que tal vez Brueghel fuera un labriego más. Pero en realidad no era así. Fue un urbanita de la época que desarrolló su trabajo principalmente en las ciudades belgas de Amberes y sobre todo Bruselas, y que de alguna forma usaba los ambientes de los campesinos casi como crítica o comedia de los usos y costumbres de su tiempo.

Un buen ejemplo de ello es esta obra de La boda aldeana. La escena la ambienta en un granero en el que se ven al fondo los haces de paja. La novia está sentada hacia el centro de la mesa y situada ante un paño azulado colgado en la pared. A uno de sus lados está su padre sentado en un sillón y su madre. Mientras que el esposo debe estar al otro lado, aunque no lo vemos oculto por la cabeza de uno de los personajes que está sirviendo la comida y que ocupa el primer plano del cuadro.

En el lateral izquierdo vemos otro de los campesinos que está llenando las jarras con cerveza. Entre este personaje, y los dos que llevan una enorme bandeja improvisada con los platos de potaje para que uno de los comensales los agarre y vaya distribuyendo, podemos hacer todo el ciclo de la comilona. Porque eso es lo que nos presenta Brueghel el Viejo, un banquete en el que algunos de los personajes están tremendamente concentrados en engullir la comida y bebida.

También se ven otras personas intentando entrar al granero. Y además están los músicos, de los cuales uno, mientras toca la gaita se le van los ojos a la comida. Por otra parte, se ve a un cura y un magistrado que conversan, o gana protagonismo un niño fuera de la mesa rebañando su plato.

En definitiva, nos presenta todo un muestrario de actitudes, todas ellas fruto de la capacidad de observación y detallismo del autor. No obstante, lo más valioso pictóricamente hablando, es la habilidad de Pieter Brueghel para componer una escena que por su propia temática podría resultar desordenada y caótica, y sin embargo él la presenta de una forma muy clara y rítmica. Coloca la mesa al fondo, y el recorrido visual va desde la puerta donde se apiñan los que todavía no han entrado, para dirigirnos por un lateral de la mesa, donde casi todos los personajes nos dan la espalda. De este modo se llega a las dos figuras que portan la comida, y de vuelta, el hombre situado en la esquina y que toma uno de los platos de la bandeja nos devuelve a la mesa para llevarnos la vista ante la novia.