Arte
Inicio Neoclasicismo, Pintura Breve visión del Neoclasicismo (IV)

Breve visión del Neoclasicismo (IV)

Publicado por Chus

napoleon-entronizado-de-ingres.jpg

De su etapa como cronista de Napoleón destaca entre sus otras obras el cuadro “Napoleón cruzando los Alpes”, que es un retrato ecuestre del Primer Cónsul. En esta obra se conserva la claridad del dibujo incisivo que define a la pintura neoclásica, pero ya no existe el anterior equilibrio geométrico a base de verticales y horizontales, sino que la línea compositiva dominante es la diagonal ascendente marcada por la posición del caballo enfatizado por el gesto del general, el “hombre nuevo” que va a consolidar la revolución. Lo presenta como un héroe, de manera contrapuesta a Marat, tiene como fondo un paisaje poco verosímil y se presenta en un primer plano señalando la lejanía con el brazo extendido, a un futuro que sabe seguro. Hombre y animal, fuerza e inteligencia, formando una unidad cuyo sentido simbólico es claro. Con esta obra, contribuye a crear un mito, una idealización de un hombre al que se transforma en héroe byroniano, llegando a idealizar su rostro y figura. “La Coronación de Napoleón” fue un enorme lienzo que conmemora la consagración de Bonaparte en Nôtre-Dame en 1804. Despliega en esta tela una importante galería de retratos, haciendo de cronista de la sociedad de su época y también muestra con todo lujo de detalle la riqueza que la nueva aristocracia acababa de adoptar (armiño, terciopelo, brocados, joyas, etc.). En la parte inferior de la composición los asistentes a la ceremonia quedan minimizados por el amplio espacio superior por el que ascienden las arquitecturas del interior de la catedral y los largos brazos de los candelabros del altar, verticalismo al que se une el crucifijo que centra la escena.

Jean-Auguste Dominique Ingres era hijo de un artista un tanto mediocre que le enseñó los rudimentos de la pintura hasta que ingresó en la Academia de Toulouse, hasta los diecisiete años en que se convirtió en discípulo de David. De él toma la importancia fundamental de la línea, pero mientras que David la usa para el contorno del objeto real, Ingres la modifica para reproducir la impresión recibida o para plasmar la imagen ideal que el contorno sugiere al artista. En David existe el deseo de hacer llegar la “virtud” a través de la pintura, usándola como retórica didáctica con la que creyó influir en la sociedad de su tiempo. Pero nada de esto existe en Ingres, para él la supremacía corresponde a la forma, dejando en segundo lugar el contenido ético-político. Uno de los encargos oficiales que cumplió fue el retrato “Napoleón I entronizado”, en el que parece que el pintor lo deifica. El cuadro no gustó a sus contemporáneos, debido al énfasis otorgado a los arcos y diagonales y al carácter medievalista de la imagen. Con extrema minuciosidad recrea las filigranas del hilo de oro en traje, zapatos, etc. En su brazo derecho sostiene el cetro de Carlos V y en la izquierda la espada y la mano de la justicia de Carlomagno, teniendo dibujada en la alfombra a sus pies el ave emblemática. Es un despliegue de virtuosismo dibujístico en el que sorprende una incorrección, ya que el brazo izquierdo del trono retrocede inexplicablemente, aunque se ha señalado que no es un error, sino una muestra de su devoción por Rafael, inspirándose en la “Madona de la silla”.