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Descendimiento de Jesucristo, Pontormo

Publicado por Laura Prieto Fernández

La estética clasicista del Renacimiento italiano se iba agotando a la vez que los artistas buscaban nuevas formas de creación, cada vez más personales, a su “maniera” que dieron lugar al movimiento manierista. Sin lugar a dudas Pontormo fue uno de los grandes artistas de la estética del Cinquecento, con obras de gran calidad que pronto fueron aplaudidas entre los comitentes más destacados de su tiempo.

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Pontormo (1494 – 1557), cuyo verdadero nombre fue Jacopo Carrucci, nació en la ciudad que lleva su apodo cerca de Empoli. El artista quedó solo y huérfano a una edad muy temprana pasando por el taller de diversos artistas como Albertinelli o Cosino sin embargo, sería Andrea del Sarto con quien el joven más aprendería. Pese a todo su relación de del Sarto no acabó en buenos términos –el joven aprendiz había hecho unos cartones para un encargo que el maestro no terminaba de aceptar- y Pontormo decidió repentinamente desligarse de su maestro. Con todo el joven artista cosechó cierta fama y gracias al mecenazgo de la familia Médicis nunca le faltó en trabajo en Florencia, zona en la que trabajó durante toda su vida.

Sin embargo en sus obras se aprecia más que la influencia de sus maestros, el estudio particular que el artista llevaba a cabo sobre algunas de las figuras más destacadas del mundo de la pintura como Durero o Miguel Ángel.

A finales de la década de los veinte, en el año 1528, Pontormo realizó el que sería uno de sus encargos más importantes y seguramente la obra más ambiciosa de su producción que ha llegado hasta nosotros, El Descendimiento de Jesucristo. El encargo llegó a sus manos tres años antes en 1525; se trataba de realizar la decoración de la capilla Capponni ideada por Brunelleschi en la iglesia de Santa Felicitá (Florencia), la decoración de la capilla en la que también trabajó Bronzino hoy se ha perdido pero el altar mayor ha llegado hasta nosotros.

Se trata de una obra de gran formato, mide más de tres metros de alto y casi dos de anchura, en la que el artista representa el momento trágico en el que el cuerpo de Jesucristo ya muerto, es descendido de la cruz y trasportado hasta la tumba. La escena es trágica y dramática, lo gestos de los personajes trasmiten sus sentimientos de una manera tan locuaz que son más próximos al dramatismo barroco que a la estética renacentistas.

La figura del cuerpo de Jesucristo, lánguido y sin vida marcando una línea serpentinata, es trasportado por dos hombres, uno de ellos mira directamente al espectador y se ha identificado con Nicodemo. Por su parte la Virgen María asiste horrorizada a tan cruel escena mientras grita y se levanta con gran monumentalidad. Una figura de espaldas femenina acude a su ayuda dándonos la espalda.

En la obra destacada sobretodo el colorido manierista con tonos rosáceos y azules, amarillos y naranjas que se contraponen e incluso, cambian de tonalidad en función de las luces y sombras de la composición.