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El beso de Klimt

Publicado por A. Cerra

El beso de Gustav Klimt

Se trata de una obra que une recursos pictóricos con elementos típicos del mosaico, aunque toda ella está pintada al óleo sobre un gran lienzo cuadrado de 180 x 180 cm. Gustav Klimt la realizó en los años 1907 y 1908 y en la actualidad de conserva en la Galería Austriaca de Viena.

En esta imagen se denotan las múltiples influencias artísticas que tuvo en cuenta el pintor austriaco Klimt, el cual junto a Egon Schiele y Oskar Kokoschka, forma la triada más importante de la corriente que se ha denominado la Sezession Vienesa.

El fondo del cuadro, de tonos dorados, lo conforman un conjunto de espirales, muy similares a las que se pueden observar en los mosaicos de los iconos religiosos bizantinos y rusos de la religión ortodoxa. Mientras que en primer plano y en la parte inferior se ve un prado con flores que sirve de base, casi una peana para las figuras de los amantes. En realidad, este pequeño prado floreado es parte del mensaje de la obra, ya que el autor lo corta de forma muy abrupta, como si los dos amantes estuvieran al borde del precipicio.

Algunos historiadores del arte han interpretado que los dos personajes representados son el propio Klimt y su amiga Emile Flöge, una vendedora de moda de la época y diseñadora de ropa, para la que Gustav Klimt también realizó algún diseño. Y además existe otro cuadro conservado en Viena, aunque esta vez en el Museo Municipal de Historia de la ciudad, en la que hizo un gran retrato de Emile Flöge.

De hecho, identificar a la mujer que protagoniza El beso, con la tal Emile, ha dado para muchas especulaciones, como que rechazaba la agresividad y el amor apasionado de Klimt apartándole la cara. Y que incluso el pintor sabía que esa relación no iba a llevar a ninguna parte, o más bien iba a ser muy negativa para ambos, y por eso sitúa a los dos personajes al borde del abismo.

Pictóricamente, este cuadro es una de sus obras más conocidas, y sin duda alguna uno de los máximos ejemplos de la etapa dorada, donde predomina el sentido decorativo de la pintura, un decorativismo logrado a partir de todo el conjunto de líneas sinuosas que forman el fondo, el prado floreado y los vestidos de los protagonistas.

Otra de las características de la pintura de Klimt, es que este se olvida por completo de plantear ningún tipo de perspectiva, busca la bidimensionalidad de la imagen.

Y por último, una de las peculiaridades de la obra de Gustav Klimt es el erotismo que transmite. Si observamos, pese a la decoración del vestido de la mujer y el aparente grupo informe que forman hombre y mujer, en un segundo vistazo se descubren claramente las líneas curvas y sensuales de ella. E incluso hay quien ve en la obra una plasmación perfecta del amor eterno entre ambos sexos, con una clara dominación por parte del hombre y una rendición de ella.

Como se puede comprobar hay diferentes interpretaciones de esta obra, lo cual sin duda es uno de los grandes éxitos de Klimt, ya que nos legó un conjunto de obras en las que es muy importante la lectura que hace el espectador de sus pinturas.