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«El Martirio de San Bartolomé» de José de Ribera

Publicado por Chus

El Martirio de San BartoloméSe trata de un óleo sobre lienzo realizado por el pintor en la década de 1630 que actualmente se encuentra en el Museo del Prado (Madrid). Para muchos autores no se trata del martirio de San Bartolomé, sino del de San Felipe, por lo que en muchos libros aparece así catalogado. En realidad San Bartolomé fue desollado (baste recordar la representación del mismo en “El Juicio Final” de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, en la que en la piel del santo aparece retratado el propio pintor) y San Felipe murió crucificado en Hierápolis (en la actual Turquía), por lo que parece más adecuado pensar que la escena se corresponde con el martirio de San Felipe.

José Ribera es el pintor que introduce en España el realismo vivo y palpitante de Caravaggio, que en ese momento era el más novedoso de la época, mostrando así en este país otra manera diferente de entender la pintura. Además es un pintor normalmente tenebrista, destacando por sus fuertes contrastes lumínicos y su desinterés por los fondos, como es característico del estilo.

La escena representa el momento en que el cuerpo del mártir se prepara para la tortura, por lo que no resulta tan sangriento ni morboso como otras obras de estas características realizadas por el pintor que, obedeciendo los dictados del Concilio de Trento, trataría de inmortalizar la santidad de los sufrimientos, para conseguir despertar en los espectadores la adoración y fascinación por todos los personajes que componen el santoral.

El cuerpo del santo, fuerte y grande, aparece totalmente desnudo, con una valoración del mismo totalmente alejada de los gustos clásicos renacentistas, ya que en un potente escorzo aparecen representados de forma relista los brazos colgantes, con el torso deformado ante la postura forzada, el vientre hundido, las costillas marcadas que se dejan ver a través de la piel, las piernas que se ven fuertes, dobladas forzadamente. Todo su potente cuerpo marca una clara diagonal compositiva que sirve además de línea divisoria entre las dos partes del cuadro. Los verdugos, aparecen a la derecha y levantando el pesado cuerpo, se representan como bárbaros, salvajes e intencionadamente vulgares seres de feos rostros, con gestos hoscos y duros. A ambos lados, aparecen una serie de personajes que contemplan los preparativos del martirio, sugiriendo así la muchedumbre, el gentío que se va a ir arremolinando para contemplar la muerte del santo, como si se tratase de un espectáculo. Algunos de estos personajes aparecen perfectamente dibujados, mientras que otros se insinúan en simples bocetos, apenas si coloreados.

Del oscuro suelo del primer término vamos ascendiendo a través del cuerpo del santo hasta un cielo azul y transparente, que resulta realmente insólito en la trayectoria del pintor. De todas maneras a partir de la década de 1630 su tenebrismo radical va cediendo ante la influencia de pintores como Rubens o Van Dyck, lo cual se ve en obras como “El sueño de Jacob” o “El Patizambo” que también dejan ver como fondos unos cielos azules claros que iluminan las escenas.

Compositivamente la obra se estructura a base de diagonales marcadas tanto por los brazos, como por el cuerpo del santo, la disposición de los verdugos que suben el cuerpo o la posición del grupo situado a la derecha del lienzo. En cuanto a la gama cromática utilizada, destaca el cálido rojo del personaje de la derecha, el negro del paño que tapa ligeramente al mártir, contrastando así vivamente con su piel y el intenso azul del cielo que baña con su fría luz la escena.