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El sueño del caballero, Pereda

Publicado por Laura Prieto Fernández

El sueño del caballero es una de las obras más destacadas del pintor español Antonio Pereda. Ejecutada con maestría y precisión la obra, representa una alegoría de la vanitas, un género que adquirió una gran fama durante el Siglo de Oro en España; la vanitas era un subgénero dentro del bodegón en el que se mezclaba el realismo de las composiciones con un fuerte componente alegórico de manera que a través de los múltiples objetos que se representaban en el lienzo el autor hacía una llamada de atención sobre los espectadores recordándoles que los bienes materiales tan solo son pasajeros. En este contexto la vanitas parece una fuente recurrente no sólo para la época barroca sino que bien se podría aplicar a la época actual.

Antonio Pereda (1611 – 1678) es una de las personalidades artísticas más destacadas del siglo XVII. Hijo de un pintor de segunda fila Pereda quedó huérfano a la temprana edad de once años, entonces se trasladó junto con su tío a Madrid y entró en el taller de Pedro de las Cuevas. La fortuna sonrió al artista siendo el protegido de algunos nobles de renombre, un hecho que le permitió conocer algunos lienzos de la escuela veneciana y romana.

Con la llegada al poder del Conde duque de Olivares, los protectores de Pereda se vieron obligados a retirarse de la corte al mismo tiempo que se le cerraban las puertas al artista. Fue entonces cuando el pintor enfocó su carrera al ámbito de la pintura religiosa y los bodegones. Hemos de suponer que la obra que aquí nos ocupa pertenecería a esta época no obstante su datación se ha hecho difícil para los expertos quienes la sitúan en torno a 1670.

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Recostado en un sillón y sumido en un profundo sueño el artista presenta a un noble caballero que apoya uno de sus brazos en el reposabrazos para sostener su cabeza. Aparece vestido con elegantes ropajes y sombrero que el artista ha representado con sumo detalle. Frente al caballero una mesa llena de los más variados objetos –armas, joyas, naipes máscaras, libros…- todo se entremezcla en un sinfín de elementos iconográficos que representan las distracciones de este mundo y los bienes materiales.

Sin embargo frente al caballero y siendo bien visible para el espectador aparece un reloj que nos recuerda el tempus fugit, el paso inexorable del tiempo imposible de detener. En la mesa también aparecen dos calaveras sobre otros objetos que recuerdan a la idea de la muerte imponiéndose sobre lo demás.

En este mismo sentido aparece la figura central de la composición, un bellísimo ángel que porta una cartela en latín Aeterne pungit, cito volat et occidit, lo cual se podría traducir como Hiere eternamente, vuela veloz y mata. El ángel con su cartela remarca la idea de fugacidad de la vida a la vez que su presencia casi etérea se contrapone con la materialidad de los objetos que inundan la mesa del caballero.

En la actualidad la obra se encuentra en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.