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«La Escuela de Atenas» de Rafael

Publicado por Chus

escuela-atenas.jpgRafael de Sanzio fue uno de los grandes artistas del Renacimiento del siglo XVI. Nació en Urbino, donde, aunque se desconoce su etapa de formación, conoció las obras de Ucello, Signorelli y Melozzo da Forlí, entre otros artistas. Pero, sin duda el que más le va a influir en su estilo fue Perugino. Trabajó durante cuatro años en Florencia, estudiando las obras de los dos grandes maestros del momento, Leonardo y Miguel Ángel y, por recomendación de Bramante pasó a trabajar en Roma, donde reside hasta su muerte. Allí recibe el encargo de la decoración de las estancias que el Papa Julio II preparaba como parte de sus habitaciones, estancias que hoy se denominan “de Rafael”, tres cámaras casi cuadradas cuyo techo se cubre con bóvedas de arista. Uno de los murales pintados en la Camara de la Signatura del Palacio Vaticano, es la obra que nos ocupa, “La Escuela de Atenas”, situada enfrente de otra obra suya, “La Disputa del Santísimo Sacramento”, resumiendo así su idea de reunir la filosofía natural, la ateniense, con la teología revelada, la ciencia y las artes, todo bajo la suprema protección de la Iglesia.

En “La Escuela de Atenas” aparece representada una soberbia arquitectura en construcción (se dice que se corresponde con la Basílica de San Pedro de Bramante) en la que se reúnen una serie de personajes que charlan, pasean, dibujan, leen, etc. Se trata de una alegoría de la investigación racional de la verdad. En el centro de la composición, Platón, anciano de barba blanca, llevando el “Timeo”, con una de sus manos señalando al cielo, al mundo de las Ideas, como pura expresión del idealismo filosófico, que va acompañado de Aristóteles, más joven, de figura arrogante, cubierto con manto azul, que lleva un tomo de su obra “Ética”, cuya mano mira hacia el suelo, marcando lo palpable, lo visible. A la izquierda hay otro grupo de filósofos reunidos con Sócrates, que marca silogismos con los dedos ante un grupo de jóvenes, entre los que se distingue uno que lleva casco y va armado, lo que se ha interpretado como una representación de Alejandro Magno. Más abajo, otro anciano, tal vez Pitágoras escribe números sobre un grueso libro, mientras un joven le ayuda sosteniendo ante él una tabla. Justo delante Heráclito aparece reflexionando sentado mientras escribe. A la derecha, otro filósofo, Arquímedes, o tal vez Euclides, explica marcando con un compás la figura, y cuenta en su grupo con un joven en el que reproduce el retrato del propio Rafael. Los demás personajes no se pueden identificar, aunque se supone que es Ptolomeo una figura que parece un rey con corona y que porta en la mano una esfera.

Rafael tomó como modelo para representar a estos personajes que suponen una de las cumbres del pensamiento humano, a destacados hombres de la época a los que el admiraba profundamente. Así, Platón, se representa con la imagen de Leonardo, Euclides, con la de Bramante y Heráclito con la de Miguel Ángel.

La composición, aparece dispuesta ordenada y simétricamente, realzando el saber humano y racional, motivo por el que el paisaje es substituido por una sólida y creativa obra del racionalismo humano, una arquitectura que refleja la grandeza del hombre, digno “Hijo de Dios” y en perfecta consonancia con el humanismo renacentista. Pese a ser un elogio de la razón, en las figuras no hay paz, ya que éstas se vuelven preguntando, indagando, buscando en todos los sentidos, puesto que se trata de la incesante búsqueda de la verdad y del progreso que han de guiar a los filósofos y sabio, siempre indagando, siempre descubriendo.

El arco que sirve de marco a la escena contribuye a aumentar la sensación de profundidad en una perspectiva perfectamente lograda, que supone la consagración de Rafael como pintor clasicista del Renacimiento. Conoce y se deja influenciar por la pintura miguelangelesca de la Sixtina, lo que vemos en los escorzos y el tratamiento escultórico de las grandes figuras que componen la escena.