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Las tentaciones de San Antonio, Dalí

Publicado por Laura Prieto Fernández

El surrealismo es quizás, la última de las grandes vanguardias surgidas antes de desencadenarse la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que agitaría Europa hasta sus cimientos; la corriente giró en torno a la figura de André Breton pero fueron muchos los artistas que se unieron a sus filas, entre ellos el conocidísimo pintor español Salvador Dalí. Salvador Dalí (1904 – 1989) fue una de las figuras artísticas más destacadas del surrealismo, excelente dibujante y colorista el pintor no se conformó con llevar a cabo algunas de las piezas pictóricas más destacables de su tiempo, sino que también fue escultor, coreógrafo, grabador… El mundo onírico en el que se basa la tendencia surrealista adquiere en los cuadros de Dalí una nueva dimensión con un estilo tan propio que acaba resultando inconfundible.

En esta ocasión analizaos un lienzo del artista de Figueras que lleva por título Las tentaciones de San Antonio. Se trata de un óleo sobre lienzo de pequeñas dimensiones y formato vertical que mide unos ciento diecinueve centímetros de alto y noventa de anchura. La pieza fue pintada a mediados del siglo XX, concretamente en el año 1946, y en la actualidad se exhibe en los Museos Reales de Bellas artes de Bélgica.

En ella el artista catalán hace referencia al fuerte vínculo religioso que experimenta con una obra que representa Las tentaciones de San Antonio. En primer plano y con una marcada diagonal Dalí representa a San Antonio Abad, el fundador del movimiento eremítico, completamente desnudo y extremadamente delgado; se encuentra de rodillas con un nimbo sobre su cabeza y como única protección presenta una cruz hecha con madera que esgrime para protegerse de las tentaciones.

Dalí ha representado las principales tentaciones del hombre como si de una cabalgata se tratase: en primer término, un caballo blanco y desbocado con las pezuñas desgastadas y llenas de polvo que nos remite a la ambición que asola a los hombres. Detrás del equino aparecen tres elefantes, el primero de ellos lleva a cuestas un pedestal con una mujer completamente desnuda que se exhibe ante el santo y que representaría la lujuria sexual, los dos siguientes son una referencia a la ambición con un trono y una casa hechos de oro.

El conjunto se desarrolla en un paisaje desértico con un cielo azulado en el que asoman nubarrones negros tras la comitiva de las tentaciones y que simbolizan las precariedades que el santo debe atravesar hasta llegar a la santidad.