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Madonna Litta de Leonardo

Publicado por A. Cerra

Madonna Litta de Leonardo

Esta es una de las obras no muy conocidas de Leonardo, e incluso durante un tiempo se catalogaba como una obra atribuida a Da Vinci, ya que no se estaba completamente seguro de que él fuera el autor. No obstante, hoy en día en el catálogo del museo del Ermitage de San Petersburgo, donde se conserva esta tela pintada con la técnica del temple, sí que se le adjudica de forma definitiva al gran pintor del Renacimiento italiano.

Sin embargo, los historiadores siguen hablando de posibles detalles que serían obra de alumnos de Leonardo, así como también es verdad es que la obra se reprodujo mucho en su tiempo por otros artista contemporáneos. El caso es que la obra la pintaría durante su estancia en Milán concretamente entre los años 1490 y 1491. Y tiene ciertos puntos en común con otras obras de Leonardo con idéntica temática. Las llamadas «Vírgenes de la Leche», en las que aparece la Virgen amamantando al Niño.

Si comparamos esta Madonna Litta con la Virgen del Clavel o con la Madonna Benois, se puede puede ver que en todas ellas, Leonardo da Vinci se basa en elementos comunes, como por ejemplo colocar a las figuras en un interior, abierto por varias ventanas al fondo, dispuestas de forma simétrica. Además son fondos oscuros, y las figuras adquieren volumen gracias a un sutilísimo claroscuro.

En este caso, la Virgen la vemos de perfil, con el pelo recogido y llevando sobre los hombros un manto azul, que se corresponde con el color del cielo que se ve por las ventanas. Y bajo el manto se ve su vestido rojo, que inmediatamente atrae todas las miradas hacia el centro del cuadro.

Y en cuanto al Niño, tiene un raro escorzo en su cabeza, de manera que nos está mirando al mismo tiempo que se amamanta del pecho de su madre. Un pecho que por cierto tapa con una mano, para no saltarse las normas del buen decoro de la época. Y curiosamente en la otra mano lleva un parajillo, casi oculto entre el regazo de ambos personajes.

Contrasta la mirada del Niño, del que vemos un ojo completamente abierto mirándonos, con el gesto de los ojos semicerrados de la Virgen, en una actitud que inmediatamente transmite una inmensa ternura hacia su hijo.

En definitiva, sin ser una de las grandes obras de Leonardo da Vinci, está claro que posee un enorme número de puntos de interés.