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Mujeres en la ventana de Murillo

Publicado por A. Cerra
Mujeres en la ventana de Murillo

Mujeres en la ventana de Murillo

Este lienzo pintado al óleo por el pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo se conserva en la actualidad en la National Gallery of Art de Washington (Estados Unidos), y es un buen ejemplo de como la preciosista pintura de este artista de carácter más popular se encuentra hoy en día en manos de colecciones lejanas a España, mientras que en su país de origen se guardan sobre todo sus pinturas religiosas, como la Sagrada Familia del Pajarito o muchas de sus vírgenes y sus inigualable y emblemáticas Inmaculadas.

Lo cierto es que Murillo en los años de su madurez pintó numerosas escenas más populares, que son como fotografías de la Sevilla del siglo XVII, y así hay que entender estas Mujeres en la ventana u otras telas como Niños comiendo fruta o el Joven mendigo.

Y si bien, no rehúye en este tipo de imágenes de plasmar miseria y pobreza, la verdad es que lo pasa por un tamiz amable. Ese tipo de “gracia” se corresponde también con una sensibiidad burguesa y acomodada que en realidad son sus clientes, quiénes le compran sus cuadros. Se trata de comerciantes, banqueros y hombres de negocios que gustan de estas obras, y que en muchos casos tratan con extranjeros o ellos mismos lo son, y por eso las obras de Murillo con esta temática es más habitual encontrarlas en las colecciones de varios países.

Y dentro de toda esa producción, una de las obras más atractivas son estas Mujeres en la ventana. Se supone que Murillo ha pintado a dos chicas “fáciles” que tratan de atraer a sus posibles clientes lanzando sonrisas y provocaciones desde la ventana.

Es una representación muy relajada y divertida, sin ningún tipo de intención moralizante respecto al oficio de esas dos mujeres, que obviamente serían prostitutas. Es decir, no es más que algo realista.

Pero además de la temática representada, pictóricamente la obra es un derroche de maestría. Sobre un fondo completamente negro, resplandecen las dos chicas. Sobre todo la más joven apoyada en la ventana, sobre la que incide toda la luz del exterior, iluminado su piel y su ropa. Esa gran mancha de luz que supone su cuerpo atrae irremediablemente la mirada del espectador, como haría en la escena real, y sobre todo nos atrae hasta sus ojos oscuros y su sonrisa picarona, sensual y provocadora. Mientras que la otra mujer, más mayor, se tapa la boca, riéndose, como sabiendo que ya hemos caído en el hechizo de su compañera.