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San Serapio de Zurbarán

Publicado por A. Cerra

San Serapio de Zurbarán

Esta obra la pintó en el año 1628 el artista español Francisco de Zurbarán dentro de un encargo más amplio que le había realizado el convento de Nuestra Señora de la Merced Calzada de Sevilla. Sin embargo, el cuadro no se encuentra allí hoy en día sino en el Wadsworth Atheneum de Hartford en Estados Unidos.

Vemos a un santo mercedario, San Serapio, que había ido a evangelizar tierras del norte de África y allí fue martirizado. En esa actitud nos lo presenta este pintor barroco especializado en arte religioso.

La hagiografía de San Serapio cuenta un martirio brutal durante el cual el monje llegó a ser destripado y le sacaron las entrañas del interior del cuerpo. Sin embargo, Zurbarán elige representarlo con menos morbo. Lo vemos colgando desfallecido de las manos atadas y con un sayo que no nos permite ver sus sangrientas heridas.

Es un cuerpo abandonado, y sentimos todo su peso, no solo por la postura, también por el escrupuloso estudio que el pintor realizó del sayo y sus pliegues. Este meticuloso trabajo en los detalles del sayo, desde su textura hasta la forma en que cae y se pliega, es un testimonio del dominio de Zurbarán en el uso de la luz y la sombra para crear una sensación de profundidad y volumen.

Toda nuestra mirada se concentra en él, por la rotunda presencia dentro de la tela y también por su protagonismo cromático, ya que el sayo, las manos y la cabeza son una sutil combinación de colores que van del gris a los ocres, de los rosas a los verdes, para finalmente dar una sensación de un peculiar tono blanco que destaca enormemente sobre la oscuridad intrigante del fondo.

Y si hablamos de color, hay que mencionar el rostro del santo, el cual sabemos que ya está muerto, no solo por la posición inerte de la cabeza, sino sobre todo por el tono de su tez, propia de la muerte. En definitiva, nos presenta el martirio y el sacrificio de este personaje, y todo ello sin pintar ni una gota de sangre, lo cual contrasta con el relato tan escabroso de cómo murió.

Zurbarán, en su intento por representar la santidad y el martirio, se aleja de la representación gráfica de la violencia y se centra en la serenidad y la dignidad del santo. Esta elección estilística no solo refleja su habilidad para transmitir emociones a través de la pintura, sino también su profundo respeto por los sujetos religiosos que pintaba.

Volvamos a ese fondo tan oscuro. Algo que tiene mucho que ver con el arte de Caravaggio, como en tantas otras obras de Zurbarán. Si bien, en el pintor español esa sensación de que la luz emerge de la oscuridad es muy acusada y adquiere un valor de carácter simbólico, muy propio de la pintura religiosa que realiza. La cual por otra parte es tremendamente realista. De ahí, la magia de los cuadros de Zurbarán, esa fusión extraordinaria entre la representación realista y la atmósfera simbólica.

Otro detalle pictórico muy interesante es la ubicación y el encuadre de la figura. El santo se halla ligeramente desplazado a la izquierda. Y el hecho de que no veamos toda su figura, que está cortada más o menos a la altura de los muslos, nos indica un punto de vista superior. Vemos a San Serapio desde arriba, lo que aún le aporta más sentimiento a la imagen.

Esta perspectiva, junto con la iluminación dramática y la intensidad emocional de la pintura, son características del estilo barroco, que se caracteriza por su énfasis en el drama, el movimiento y la intensidad emocional. La obra de Zurbarán es un ejemplo destacado de este estilo, y su habilidad para combinar la representación realista con la simbología religiosa ha hecho que su trabajo sea apreciado y estudiado hasta el día de hoy.