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Santa Catalina, Fernando Yáñez de la Almedina

Publicado por Laura Prieto Fernández

Son numerosas las obras a lo largo de la historia en la que as modelos son bellas mujeres que hacen las veces de un personaje principal ya sea en un cuadro de temática religiosa, mitológica o histórica, además por supuesto de las ya consabidas obras de retratos-. En esta ocasión nos encontramos ante una obra excepcional, tanto por la belleza de la modelo como por la calidad técnica del cuadro que no es en absoluto despreciable.

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Así la obra de Santa Catalina ha sido considerada por los expertos en arte como una de las obras más bellas no solo en el Renacimiento español sino en toda Europa, de hecho la calidad de esta obra es tal que durante mucho tiempo se consideró que l pieza podría pertenecer al insigne Leonardo da Vinci, una de las principales figuras del Renacimiento italiano cuando en realidad, es obra del artista Fernando Yáñez de la Almedina, un artista castellano del que no se conocen muchos datos pero al que los historiadores del arte y los críticos sitúa en Italia durante los primeros años del siglo XVI, quizás como aprendiz del propio Da Vinci.

En realidad tampoco tenemos demasiados datos de quién pudo ser el comitente de la pieza pero debió ser un noble de la alta sociedad ya que por entonces Yáñez de la Almedina tan solo trabajaba para algunos de los clientes más selectos de España como la Catedral de Cuenca donde aún se conservan algunas de sus pinturas. Los que sí sabemos es que la pieza se conservaba en Valencia en el siglo XVII donde fue adquirida por un miembro de la familia Creixell, concretamente por el grabados Vicente Pelenguer; después la obra viajó a Cuba con un nuevo dueño, esta vez de la casa de Argudín. A su regreso fue expuesta en el Museo del Prado de Madrid quién la adquirió en la década de los cuarenta y donde permanece en la actualidad.

Nos encontramos ante una obra realizada en óleo sobre tabla de formato vertical que mide algo más de dos metros de altura y uno de anchura. La pieza debió de ser pintada a principios del siglo XVI concretamente entre los años 1505 y 1510 representando elegantemente a Santa Catalina. La santa fue muy popular en la Edad Moderna cuando se popularizó el libro de la Leyenda Dorada que Jacopo de la Vorágine había escrito en el siglo XIII.

Santa Catalina provenía de una familia real y se enfrentó al emperador Máximo II al convertirse al cristianismo, por ello fue condenada a morir torturada en una siniestra máquina de ruedas con púas aunque finalmente fue salvada por un ángel. Aquí parece representada como una mujer elegante que pisa la máquina que debía matarla. La verticalidad de su cuerpo contrasta con el gesto relajado de sus manos que se mueven. Al fondo, una arquitectura de corte clasicista hace las veces de telón de fondo para que el espectador no desvía la atención de a figura principal.