Arte
Inicio Manierista, Pintura La Madonna del cuello largo, Parmigianino

La Madonna del cuello largo, Parmigianino

Publicado por Laura Prieto Fernández

La Madonna del cuello largo o La Virgen con Niño, ángeles y San Jerónimo es quizás la obra más importante del manierista Girolamo Francesco Maria Mazzola más conocido como Parmigianino (1503-40). En realidad la obra fue inacabada debido a la prematura muerte del artista y sin embargo se ha convertido en uno de los mejores ejemplos de pintura manierista de todos los tiempos.

La obra, realizada en óleo sobre lienzo, tiene unas dimensiones considerables llegando a superar los dos metros de alto y el metro de ancho. Representa a la Virgen María quien sostiene un sus brazos un Niño Jesús con una postura muy inestable, a la derecha de la composición un grupo de efebos porta algunos regalos presentes para el Niño. A la izquierda de la composición vemos una fila de columnas y la pequeña figura de San Jerónimo, santo muy relacionado con la adoración de la Virgen que sostiene un pliego de papel con la traducción de las Sagradas Escrituras.

La obra de Parmigianino responde perfectamente a la estética manierista, en ella podemos observar el trazo firme de un artista ya maduro, consciente de lo que quiere y como debe lograrlo.

Las figuras en general y la Virgen en particular, destacan por su gran corporeidad. María es representada como una mujer de grandes dimensiones pero realmente bella. Aparece semi-sedente en un alto podio o pedestal y ataviada con lujosos ropajes. El intenso azul de su túnica contrasta con la blancura de su vestido el cual se ciñe al cuerpo mostrando su anatomía, transmitiéndonos un vago recuerdo a la técnica de los paños mojados creada por Fifias. La belleza de la joven virgen parece descompensada por sus dimensiones, las manos demasiado alagadas al igual que el cuello hacen que la gracia y estilización que buscaba Parmigianino en esta Madonna se vea un poco descompensada.

El Niño no tiene una apariencia de bebé, es igual que el resto de personajes, demasiado alargado. Aparece completamente desnudo y dormido, sin embargo su extraña postura, parece como si se resbalara de las piernas de su madre, provoca en el espectador una gran inestabilidad.

Los efebos de la parte derecha son en realidad ángeles que portan regalos para el Niño, entre estos regalos debemos destacar el jarrón que porta el ángel que está situado en primer término, en él se puede ver reflejada la cruz de Cristo como una profecía de lo que le espera al pequeño niño.

Mientras que las figuras aparecen agolpadas en la parte derecha de la composición la izquierda aparece más liberada de personajes y con un espacio compositivo más abierto, otro contraste típico del estilo manierista. La postura de San Jerónimo es demasiado forzada, mientras su cuerpo y extremidades se dirigen hacia la Virgen, el santo gira la cabeza con brusquedad hacia el lado contrario. A pesar de sus pequeñas dimensiones, podemos distinguir una anatomía muy musculosa en el santo y unas proporciones muy alargadas. Esta parte izquierda, es quizás, la que más problemas ha causado a los estudiosos, ya que no logran ponerse de acuerdo con la significación de la fila de columnas y las pequeñas proporciones del santo.

Al fondo del cuadro la fila de columnas, con basa de fuste liso y sin capitel alguno, se despliega sobre un pequeño podio al que se acccede por dos escalones. En la parte derecha amplios cortinajes de distintos colores enmascaran un paisaje sombrío y tormentoso que sí podemos apreciar en la parte izquierda.