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Madonna de Lucca de Van Eyck

Publicado por A. Cerra

Madonna de Lucca de Van Eyck

Esta obra del pintor flamenco Jan Van Eyck en la actualidad se expone en la Stadelsches Kunstinstitut de la ciudad alemana de Francfort, adonde llegó desde la colección de Carlo Luigi de Borbon, duque de Lucca, de ahí la denominación de la pieza con el nombre de esa ciudad italiana de la Toscana. Pero se ignora para quien la realizó realmente el artista. Si bien, casi todos los estudiosos piensan que sería algún encargo de un mercader italiano instalado en la ciudad de Brujas donde vivía el artista. O quizás de algún personaje relevante que conocía la fama del artista y le solicitaba una obra para luego llevársela a su lugar de origen. De hecho, son muchos los encargos de este tipo que le llegaron al artista. Algunos tan peculiares como el Libro de Horas de Turín.

Aquí estamos ante una obra de pequeño tamaño. Pero esas dimensiones no evitan en modo alguno la solemnidad de la imagen. Un rasgo definitorio de todas las imágenes de la Virgen María que pintó Van Eyck. Así como también es habitual que la ubique en marcos arquitectónicos definidos con extremado detalle. Eso lo podemos ver en La Virgen en la iglesia o en la Virgen del canciller Rolin.

En este caso sitúa a María y al Niño en una cámara más bien pequeña, iluminada por una ventana en un lateral. Una escena de lo más ampulosa, por el trono en el que parecen estar los personajes y por el vestido de la mujer, aunque en realidad nos cuente algo tan humano como que la madre amamanta a su hijo. Una iconografía muy habitual en la época y que venía de muy antiguo.

Es decir, combina cierto acercamiento a esos personajes, con un tono solemne, casi mayestático, ya que ambos están en un auténtico trono, que incluso tiene su dosel protector en la parte alta.

No se sabe a ciencia cierta la datación de la obra, pero estableciendo similitudes con otras creaciones de Van Eyck, como la propia Virgen del canciller Rolin, o la del canónigo van der Paele, se puede pensar que haría el cuadro entre los años 1435 y 1436.

Pero hay un rasgo que es muy innovador y extraño en la pintura de este autor. Y ese rasgo es que vemos la figura desnuda del niño Jesús parcialmente de espaldas. Algo que hoy nos parece una representación sumamente natural, dada la escena que nos presenta, pero que es algo muy extraño en toda la pintura medieval. Así que por cosas como estas, además de por la depurada técnica de Van Eyck, estamos ante un artista muy innovador y especial, que se puede calificar en ciertos aspectos como un pintor gótico, pero en otros en un verdadero artista del Renacimiento.