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Ayuntamiento de Saynatsalo de Alvar Aalto

Publicado por A. Cerra

Ayuntamiento de Saynatsalo de Alvar Aalto

Las propuestas del arquitecto finlandés Alvar Aalto siempre fueron interesantes. Tanto si eran para hacer todo el edificio de una universidad como la de U. Técnica de Helsinki, como si se trataba de una vivienda como Villa Mairea. Y por supuesto también era diferente la idea que planteó para la construcción del Ayuntamiento de Saynatsalo. De hecho, cuando salió el concurso para su edificación, Aalto presentó un proyecto que se llamaba “curia”, dejando bien a las claras que su idea era plasmar un edificio institucional que sobre todo sirviera para facilitar las relaciones cívicas dentro de esa población maderera situada en una pequeña isla finesa junto al lago Paijane.

Así que ideó un conjunto de edificaciones en torno a un patio, algo que por otra parte es habitual en la región finlandesa de Karelia. Al igual que tuvo en cuenta relacionar esos edificios con la naturaleza boscosa que envuelve el lugar, e incluso aprovechó la pendiente del terreno para plantear distintos niveles. De hecho, hay dos escaleras para subir a la parte más alta. Una de ellas es de granito, mientras que la otra se cubre de hierba. Y al subir por esta última da la sensación de ascender a una especie de acrópolis, donde llama la atención una torre quebrada en esa especie de patio interno, donde queda claro el carácter público de la construcción.

Patio interior del Ayuntamiento de Saynatsalo

Allí hay oficinas administrativas propias de un consistorio, además de otros servicios culturales como un biblioteca, un salón de plenos, espacios para reuniones y hasta tiendas.

Todo aquí es de lo más sencillo en cuanto a la forma, y los materiales son los comunes. Es decir ladrillos, piedras, madera y cobre usado para los acabados en las fachadas. De algún modo el Ayuntamiento de Syanatsalo, hecho entre 1949 y 1952, fue una obra clave en la evolución de las ideas arquitectónicas de Alvar Aalto. Su construcción supuso saltarse algunos de los más rígidos preceptos de la arquitectura del Movimiento Moderno, y a cambio tuvo mucho más en cuenta la necesidad de que cada construcción se adaptara lo más posible al emplazamiento donde se había de ubicar. Adquirió el sentido del lugar y también el concepto de que el edificio tenía que convertirse en un intermediario entre el hombre y el paisaje, algo que sin duda en esta obra consiguió plenamente.