Basílica de San Petronio
La basílica de San Petronio situada en la Plaza Mayor de la ciudad italiana de Bolonia es el perfecto ejemplo de cómo las luchas de poder tienen un fiel reflejo en el arte de las sociedades que las engendran. La obra que se las prometía como una de las iglesias más bellas de toda Italia terminó siendo una amalgama de estilos arquitectónicos y decorativos en cuyas partes se adivinan las distintas fases por las que acabó tan arduo proyecto que aún a día de hoy sigue sin estar completo.
Su construcción se remonta a finales del siglo XVI, cuando en 1390 se decidió levantar una gran basílica dedicado al santo de la ciudad de Bolonia, San Petronio, quien había sido el obispo de la ciudad en el siglo V y murió martirizado. El proyecto inicial planteaba la creación de un grandísimo templo con casi ciento treinta y cinco metro de largo, cuarenta y cinco de altura y más de sesenta metros de anchura superando de esta manera incluso a la propia basílica de San Pedro del Vaticano. En este contexto, las aspiraciones de la Basílica de Bolonia resultaron demasiado majestuosas para el pontífice Pio XII, quien determinó en una bula papal la prohibición de continuar con la edificación del templo según el Papa levantar un edificio mayor que la Basílica de San Pedro sería atentar contra los principios de la jerarquía papal.
El diseño del templo corrió por cuenta del arquitecto Antonio di Vicenzo (1350 – 1401) fue un respetado y conocido arquitecto boloñés. No son muchos los datos que se tienen acerca de su vida pero parece ser que Vicenzo provenía de una familia de artistas y pudo formarse en el taller familiar; la mayor parte de su producción se desarrolló en su ciudad natal y fue precisamente allí donde cosechó los mayores éxitos. Parece ser que Vicenzo trabajó durante diez años en el proyecto de la Basílica y planteó un edificio de estructura gótica con planta de cruz latina, configurada a través de tres naves con la mayor más ancha y alta que las laterales y reforzada por arcos fajones apuntados que hacen juego con las arcadas formeras que dan paso a las naves laterales. El interior del templo, se mezcla elementos de distintos autores y épocas, así el cimborrio del crucero fue edificado por Vignola, la decoración bicromática del interior se llevaron a cabo en el siglo XVII por Girolamo Rainaldi y el coro realizado en madera –uno de los más bellos de toda la plástica italiana- fue obra de Agostino de Marchi.
La fachada es uno de los elementos más sorprendentes por su aspecto inacabado, su decoración fue encargada al artista Jacopo della Quercia sin embargo ésta quedó inacabada y diferentes artistas propusieron a lo largo de los siglos otras formas para su finalización; finalmente ninguna de las soluciones se llevó a cabo por lo que ésta presenta a día de hoy una extraña dicotomía entre la zona inferior ricamente decorada con mármoles rosáceos y la superior sin ningún revestimiento.