Piedra del Sol azteca
Posiblemente se trata de la obra más emblemática y famosa de toda la cultura azteca, y es posesión del museo Nacional de Antropología de México.
Fue descubierta en el siglo XVIII en el ángulo sureste de la actual Catedral de México, es decir, dentro de lo que fue el centro ceremonial de la ciudad azteca de Tenochtitlán. Y en cuanto a su datación se cree que se realizarían con posterioridad al año 1502, durante el reinado de Moctezuma II.
Sus dimensiones son enormes, ya que alcanza un diámetro que supera los 3,9 metros y su peso ronda las 24 toneladas. Y a su impactante presencia por volumen y los relieves habría que sumar que originalmente estaría totalmente policromada, con unos tonos muy vivos, chillones y contrastados, por lo que es difícil imaginarse el verdadero impacto plástico de esta pieza, así como es mucho más difícil concebir las sensaciones que provocaba entre los aztecas, ya que estos relieves para ellos estaban cargados de significado. Lamentablemente, estos colores se perdieron cuando las autoridades del virreinato de Nueva España decidieron dejarla a la intemperie.
Popularmente esta obra se le ha llamado Calendario Azteca, pero sin embargo es una denominación incorrecta. Los investigadores más prestigiosos sobre la cultura azteca llegan a una misma interpretación. En el centro se muestra la imagen de Tonatluh, el dios solar. Y en los alrededores por medio de cuadrados aparecen los cuatro soles anteriores de la mitología azteca.
En el resto de orlas hay toda una serie de signos alusivos a dioses, meses y años del calendario azteca. Y en la última de las orlas aparecen dos serpientes celestiales que aluden al tiempo y al espacio.
No existe entre semejante maremágnum de imágenes ninguna referencia iconográfica al presente histórico, de ahí que sea incorrecto llamarlo “calendario azteca”.
También existe otra interpretación sobre estos relieves de la Piedra del Sol. En ella se une el conocimiento que ahora se tiene de la religión de los aztecas, así como del contexto histórico de la conquista de América por parte de los españoles, con Hernán Cortés a la cabeza. Según esta interpretación esta obra sería la representación de un era, la Era del Quinto Sol, la cual va a llegar a su fin definitivo con la llegada de los ejércitos venidos desde España, lo cual iba a representar el final del imperio azteca, lo que si que ocurrió en realidad.
La conclusión que hay que sacar es que no se trata de una representación del tiempo real, sino del tiempo mitológico o religioso. Es decir, esta enorme Piedra del Sol y sus relieves son el principal vestigio con el que contamos para conocer las creencias del pueblo azteca y su principal mito que es el de los Cinco Soles. Tanto esta obra como la escultura de Coatlicue nos resumen la religiosidad azteca.
Además se sabe que la imagen de la Piedra del Sol era el distintivo del principal templo del centro ceremonial de Tenochtitlán, la ciudad más importante de la civilización azteca. Y solo podía ser vista por las altas jerarquías religiosas, nunca por el pueblo. El pueblo llano lo único que hacía era congregarse a los pies del templo, en la base de la pirámide.