Coronación de Napoleón, Jacques Louis David
La coronación de Napoleón o Consagración de Napoleón y su esposa Josefina, es una obra pictórica realizada en óleo sobre lienzo por el artista neoclasicista Jacques Louis David.
David (1748 – 1825) fue, sin ningún género de dudas, uno de los mejores artistas del periodo neoclásico. El artista se quedó muy pronto sin padre por lo que su madre decidió dejar su educación en manos de sus tíos, unos afamados arquitectos. Su educación comenzó en el taller de Boucher pero pronto se vinculó a la Academia de Bellas Artes de Paris; su viaje a Roma le influenció profundamente. Allí pudo observar las arquitecturas clasicistas de primera mano y las obras de los grandes clásicos que tanto admiraba, de esta primera etapa son vinculadas sus obras de temática más clasicista como El juramento de los Horacios.
Mantuvo una excelente relación con Robespierre y fue partidario de la Revolución Francesa de 1789; sin embargo sus mayores éxitos se cosecharían durante el reinado de Napoleón y de hecho, el J.L. David se convirtió en una suerte de cronista que representaba los episodios más reseñables de la carrera del emperador.
Así en esta ocasión el artista representa la coronación de Napoleón y su esposa Josefina dentro de la Catedral de Notre-Dame. En realidad parece ser que el mismísimo Napoleón Bonaparte encargó la obra a David, un artista que conoció gracias a su esposa y que tenía en altísima estima. El encargo su realizado casi un año antes de la coronación, el artista estuvo in situ en la Catedral de Notre Dame estudiando el templo y los planos además de asistir a la celebración, con todo la obra no empezó a ejecutarse hasta un año después en 1807.
David representó el momento exacto de la coronación, Josefina le rinde tributo al emperador mientras éste se dispone a colocarse la corona. A su alrededor una gran cantidad de dignatarios e importantes figuras eclesiásticas. Tradicionalmente se cuenta que Napoleón arrebató la corona al Papa para colocársela él mismo aunque parece que esto realmente no fue así. El simbolismo de la escena estaría más relacionado con la aceptación del papado al imperio napoleónico al estar presente y la supuesta soberanía nacional al coronarse el mismo como civil.
La obra de casi diez metros de ancho es una exquisita muestra de elegancia, detallismo y solemnidad. Cada uno de los personajes representados son auténticos retratos: el Papa, Josefina, los altos dignatarios, la hermana de Napoleón… todos pasaron por el taller del artista para posar en este grandísimo lienzo, todo con la excepción del emperador ya que Napoleón tan sólo posó para David en torno a 1797.
La obra remite a ciertos ecos clasicistas: el laurel, las decoraciones… elementos que ponen de manifiesto los parámetros artísticos seguidos por David y las reminiscencias a esplendorosas épocas del pasado como guiño al gobierno de Napoleón.
En la gama cromática hay un predominio de las tonalidades terrosas, típico de esta última etapa del artista. La luz entra desde la derecha a través de un foco exterior que no se muestra al espectador y se difunde por toda la estancia pero muy especialmente en la figura del emperador.