Retrato de Jacobus Blauw de Jacques Louis David
La inmensa mayoría de las obras del pintor neoclásico Jacques Louis David se encuentran en Francia, país donde triunfó como artista y hasta como referente político en los años a caballo del siglo XVIII y el XIX. Así que esta obra que custodia la National Gallery de Londres es una de las pocas excepciones.
Lo cierto es que David alcanzó la fama por sus grandiosas composiciones ambientadas en los episodios de su querida Revolución Francesa y en el posterior periodo del Imperio de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, desde un punto de vista creativo e innovador también son muy destacados los retratos más íntimos que fue haciendo a algunos personajes relevantes de su época. Y en este apartado es donde entra esa efigie de Jacobus Blauw que realizó en 1795.
Son obras donde es capaz de jugar con la discreción propia del arte neoclásico y mezclarla con un mayor dinamismo y lirismo, un tanto alejado de las composiciones más serias y oficiale.
El retratado era un patriota holandés que llegó a París en 1795 para negociar un tratado de paz con Francia. Y aprovechó la ocasión para encargarle un retrato al pintor más cotizado de la época.
Se hace pintar como un estadista, un personaje que está redactando un documento oficial, lo cual permite al pintor crear una estructura compositiva muy estricta a base de horizontales como las de la mesa, el papel o el antebrazo, verticales como los botones y el corte de la chaqueta, y diagonales para crear un triángulo con el cuerpo del personaje, la típica composición piramidal.
Todo muy estricto y serio como parece desprenderse de los ideales del Neoclasicismo. Pero David le quita a todo ello frialdad con el detalle de hacerle levantar la cabeza al político. Levanta la cabeza como sorprendido o como si estuviera buscando la inspiración, y es entonces cuando David simula tomarle una instantánea. Ese detalle le da vida a la obra. Además de que nos permite ver el rostro de Blauw.
Ha sabido combinar la estabilidad de la postura con ese movimiento, e incluso con el simple gesto de no mirarnos, de tener la mirada perdida, concentrada en otros asuntos, parece transmitirnos el desasosiego por la situación que vive, ya que al fin y al cabo trata de negociar la paz con el país que ha invadido su tierra. David se manifiesta como un grandísimo retratista, no solo sabe captar la similitud física, sino que también plasma la personalidad del retratado, al cual viste con sencillez, sin la ampulosidad de la aristocracia, a la que tanto despreciaban el pintor y el pintado.