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La esclava turca de Parmigianino

Publicado por A. Cerra

Esclava turca de Parmigianino

A veces pensamos que la pintura del Renacimiento italiano solo se dio en lugares como Florencia o Roma, pero no fue así. También otros lugares de la geografía de Italia vieron como se desarrollaba este arte. Un ejemplo es Parma, la ciudad de nacimiento de Girolamo Francesco Maria Mazzola, quién ha pasado a los libros de Historia del Arte como Parmigianino (1503 – 1540) en homenaje a su lugar de nacimiento y al sitio donde desarrolló prácticamente toda su obra pictórica, la cual se truncó muy pronto debido a una muerte temprana.

Es cierto que siendo un veinteañero viajó a Roma y a Bolonia, pasando unos años en los que se empapó del arte clásico y el de su época. Pero tras eso regresó a su ciudad en el 1531. Precisamente el año en el que realizó este cuadro de La esclava turca que hoy en día se expone en la Galería Nacional de Parma.

Es una obra que muestra la vertiente retratística de este pintor, quien también realizó grandes frescos por encargo, grabados, y diversos cuadros de temas históricos, mitológicos como religiosos como su famosa Madonna del cuello largo.

Con obras como esta de la madonna, de algún modo se está anticipando a lo que será durante las décadas siguientes la pintura manierista. Pero a Parmigianino se le puede considerar un artista del Renacimiento y sus referentes fueron Correggio, Rafael o Miguel Ángel.

De todos ellos aprendió, pero luego supo dotar a sus imágenes de un estilo propio dominado sobre todo por la idea de elegancia. Incluso cuando recurre a coloridos demasiados estrafalarios o aplica cierta desproporción a los cuerpos o a los rasgos humanos, consigue irradiar elegancia con sus figuras. Y una fabulosa muestra de eso es el cuadro de La esclava turca.

Se ignora la identidad de la dama a la que retrató. Pero eso es accesorio. Lo atractivo del cuadro es que nos presenta a una mujer, a una escala muy parecida a la real, y esa dama nos mira y nos sonríe de una manera inequívocamente seductora. Un toque de atracción que se multiplica por el exotismo oriental del traje o del tocado que cubre la cabeza de la chica, dejando solo a la vista unos mechones ensortijados de su cabello sobre la frente.

La imagen en su momento era de una innovación total, compartía la idea de armonía y de la proporciones del Renacimiento, pero Parmigianino amparado en sus innegables habilidades para el retrato y para dar vida a las figuras, no duda en introducir ese vestuario novedoso o incorporar su característica alargamiento de las formas, algo que aquí se ve sobre todo en la mano que queda visible.