Pintura con tres manchas de Kandinsky
Dado que en la producción pictórica de Wassily Kandinsky los títulos de sus obras suelen ser de lo más aséptico y a veces se repiten de un lienzo a otro, es habitual que se numeren. Por esa razón, este óleo que realizó el pintor ruso en el año 1914 y que actualmente atesora el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid tiene por título completo: Pintura con tres manchas, núm. 196.
Para esa época, Kandinsky había llegado a la abstracción absoluta y había materializado sus ansias de crear imágenes que solo tuvieran equivalente en la música, es decir, que estuvieran alejadas de la realidad, y aún así fueran capaces de expresar y provocar emociones en todo aquel que las contemplara. Sin olvidar que en muchas obras de este creador hay cierta aspiración mística o espiritual, algo que aquí se manifiesta con ese juego de grandes manchas de forma oval, las cuales son tres, número divino por excelencia.
Él siempre atribuyo al arte una función mística. Al fin y cabo bajo su prisma, las formas no deben identificarse, sino que son expresión de un contenido interior, busca mostrar la emoción del alma del artista para provocar precisamente al alma del espectador. De alguna forma se puede decir que la creación enigmática y de tono místico en Kandinsky se plasma en unas formas y colores únicos, que solo pueden surgir de su personalidad. Sin embargo terminan de adquirir un significado concreto cuando alguien las ve y recibe esas emociones.
Esa concepción espiritual del arte, algo a lo que incluso le dedicó un libro el pintor, está presente en toda su producción artística y más aún en obras como estas a las que se les ha añadido un vínculo religioso. Y es que aquí el número tres, la combinación de ritmos en formas y colores, o las indicaciones que se ven en los bosquejos previos de la tela parecen indicar que Kandinsky quería mostrar algo similar la creación del cosmos.
No obstante, no todos los intérpretes del arte abstracto lo describen con ese matiz religioso, y hay quien quiere ver aquí una representación del tenso clima prebélico que atenazaba Europa en esa época. De hecho poco después de que acabara el lienzo en Múnich estalló la Primera Guerra Mundial.
Gráficamente podemos describir el lienzo como la representación de unas formas fluctuantes y de colores muy potentes, formas que se superponen entre sí y que llegan a abarcar toda la tela. No obstante, pese a lo informe del conjunto llaman la atención las tres manchas ovoides en azul, verde y roja.