Basílica de la Santa Cruz de Lecce
El arte barroco en la ciudad italiana de Lecce y otros puntos de la región de Apulia es tal vez el barroco más recargado de Europa. Y basta con ver esta fachada de la Basílica de la Santa Cruz, completamente plagada de relieves y esculturas. Un programa iconográfico desbordante de imaginación, a lo cual sin duda ayudó el uso de la piedra de Lecce, la cual es una roca caliza relativamente fácil de trabajar por los escultores.
Este templo en su conjunto fue una larga obra de más de un siglo, ya que se comenzó en 1548 y los trabajos se prolongaron hasta 1689, dirigidos consecutivamente por varios arquitectos y escultores: Gabriele Riccardi, Francesco Antonio Zimbalo, Giuseppe Zimbalo y Cesare Penna.
Entre todos ellos configuraron un conjunto exuberante y también de cierta apariencia caótica. E incluso hay notas un tanto extravagantes como peculiares monstruos o figuras desnudas integradas entre las escenas religiosas. Sin embargo, todo tiene un orden lógico y simbólico muy del gusto de la época y de esa zona del sur de Italia.
En concreto, la parte más baja de la fachada es una representación del mundo pagano, el cual solo será salvado por el sacrificio de Jesucristo en la Cruz, que está en la cúspide de la fachada. Mientras que más arriba, aparecen los ángeles que coronan al Papado y la monarquía, representando al mismo tiempo el poder terrenal y el espiritual, sin cuya presencia es impensable el orden.
Y por último, en lo más alto se ve el rosetón, fuente de luz divina, y un conjunto de santos y alegorías. Todo ello rodeando a la cruz que ocupa un espacio central.
Sin duda es un despilfarro de imaginación todo ese repertorio. El fiel y el espectador se quedan abrumados ante tanta imagen. Algo que se calma de alguna forma cuando se entra al interior, mucho más limpio. Se trata de un recinto de tres naves elevadas gracias destacadas columnas marmóreas. Es un interior muy luminoso, gracias al rosetón y también a la linterna de la gran cúpula. La idea de este contraste entre el exterior, el caso, y el interior, recinto puro y de fe, ya la tuvo el primer arquitecto del conjunto, Riccardi. Y luego los continuadores del trabajo respetaron ese espíritu.
Si bien hicieron sus propias obras como los altares de la cabecera del templo. En especial, el de la izquierda que está dedicado a San Francisco de Paula, obra de F. Antonio Zimbalo. Mientras que a la derecha está el de la Santa Cruz de Cesare Penna. No obstante, todo el templo está plagado de altares, ya que en sus naves laterales hay 14 más, siete a cada lado y en cada una de las profundas capillas. Y todo ellos con una decoración abundante e integrada en esa idea del llamado barroco de Lecce.