Arte
Inicio Arquitectura, Paleocristiana Basílica de Santa Sabina

Basílica de Santa Sabina

Publicado por Laura Prieto Fernández

La basílica de Santa Sabina es una de las construcciones paleocristianas más antiguas que han llegado hasta nuestros días. El templo representa a la perfección la evolución desde los antiguos edificios romanos hasta las primeras construcciones cristianas; el origen de este tipo de edificaciones debemos situarlo en el año 313 cuando el emperador Constantino proclama el Edicto de Milán y la religión cristiana deja de ser perseguida. Años más tarde, cuando Teodosio impone el cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano las construcciones religiosas comienzan a proliferar por todo el territorio. A principios del siglo XIII, en torno al año 1214, la basílica fue cedida a la recién fundada orden de los dominicos construyéndose en sus inmediaciones los espacios necesarios para albergar a los frailes.

Partiendo de las antiguas basílicas romanas los primeros cristianos fueron desarrollando un estilo propio que paulatinamente irá incorporando diferentes elementos constructivos. En Santa Sabina se observan algunas de las características típicas de estas primitivas edificaciones: la sobriedad constructiva, las formas sencillas…

Santa_Sabina_inside

Parece ser que el edificio fue levantado en torno a los años 432 o 433 d.C. en la ciudad de Roma por el sacerdote Pedro de Iliria y consagrado a Santa Sabina. Se trata de un edificio sencillo con planta rectangular dividida en tres naves longitudinales de las cuales la mayor es más alta y ancha que las laterales; precisamente es esta diferencia de altura lo que ha permitido horadar el paramento murario colocando vanos rectangulares bajo la techumbre. Para separar las naves se ha utilizado columnas de estilo corintio cuyo estrecho fuste apenas la visión de los fieles y recrea un espacio diáfano.

A los pies del cuerpo de naves se encontraba un atrio exterior porticado y con una fuente que servía para albergar a los no bautizados, los catecúmenos; en esta zona también se encontraba un nártex que en la actualidad ha desaparecido junto con el atrio.

Tras el transepto encontramos el iconostasis o iconostasio, un sencillo banco de piedra –posteriormente evolucionarán a formas más decoradas y complejas-. Con este elemento se separaba la zona de los fieles de la cabecera que representaba a Jesucristo como cabeza de la Iglesia y se configuraba con un sencillo ábside semicircular con tres vanos flanqueado por dos estancias, una sacristía y otra estancia. Es precisamente en el ábside donde se albergaba un gran mural con escenas bíblicas.

En el exterior la fachada ha sido reconstruida posteriormente pero el edificio aún conserva su original ascetismo sin duda herencia de la arquitectura romana de la que procede. Especial mención merece en esta zona la puerta original labrada en madera con escenas bíblicas; en total son unos dieciocho paneles en cada uno de los cuales se han representado dos escenas diferentes, una del Nuevo y otra del Antiguo Testamento. Paradójicamente ningunos de los paneles representa escenas de la Pasión de Cristo pero uno de estos relieves representa la primera manifestación que se ha encontrado de una Crucifixión; en ella se representado a Jesús junto con los dos ladrones.