Basílica de Santa Cecilia de Albi
La Catedral o Basílica de Santa Cecilia en la ciudad francesa de Albi, al sur del país galo, sin duda alguna tiene un mayor parecido con una enorme fortaleza que con un templo, e incluso sus vidrieras propias de la arquitectura francesa del Gótico tienen apariencia de troneras defensivas.
Ese aspecto militar, no es la única característica diferente de este gran edificio, ya que si lo comparamos con las típicas catedrales de Notre Dame de París, Chartres o Reims, podemos apreciar rápidamente que el templo de Albi está construido con ladrillo, y no en piedra como es lo más habitual.
Además de su construcción en ladrillo, otro rasgo distintivo de la Basílica de Santa Cecilia es su impresionante bóveda de crucería, que se eleva hasta los 30 metros de altura, convirtiéndola en una de las más altas de la arquitectura gótica. Este tipo de bóveda, característico del gótico, permite una mayor altura y luminosidad en el interior del templo, lo que contrasta con la apariencia exterior de fortaleza.
También sus dimensiones y planta son distintas. Se trata de una iglesia cuya longitud supera los 110 metros, y sin embargo su anchura apenas alcanza los 35. Incluso la altura de sus muros es mayor a su anchura, ya que son muros que llegan a los 40 metros, y en el caso de su campanario se eleva hasta los 78.
Todas estas dimensiones y el aspecto parecido a un castillo tienen mucho que ver con el momento en el que se empezó su construcción, allá por el año 1281. Una época en la que la herejía de los Cátaros o Herejía Albigense, todavía estaba viva en esta región meridional de Francia. Por esa razón, el Cristianismo que quería plasmar en este templo todo su poderío.
No obstante, esa construcción se prolongó mucho en el tiempo, y no estuvo acabada y consagrada de forma definitiva hasta 200 años después, en el 1480. Durante este largo periodo de construcción, la Basílica de Santa Cecilia pasó por diferentes fases y estilos arquitectónicos, lo que se refleja en la diversidad de elementos y detalles que podemos observar en su estructura.
Si damos una vuelta al edificio nos puede parecer que recorremos una muralla, en la que hay como refuerzos semicirculares, entre los que se disponen las estrechas y alargadas vidrieras, así como coinciden con los apoyos de la bóveda que cubre la única nave del templo y dejando espacio para las capillas laterales.
Algunos de esos cuerpos cilíndricos tienen gárgolas en su parte más alta y hasta unas torrecillas, pero son elementos muy posteriores, tanto que se construyeron en el siglo XIX, por uno de los seguidores del arquitecto neogótico e historicista Violet le Duc, quien trabajó como restaurador por esta zona de Francia, por ejemplo en el imponente y cercano Castillo de Carcasona.
Otro detalle vinculado con el concepto de fortín, es que en la Catedral de Albi, es que solo hay dos puertas. Una muy pequeña al norte, y la principal situada en el lado sur. Por cierto una puerta ya elaborada a principios del siglo XV y diseñada por el maestro de obras Dominique de Florence, quien creó un elemento independiente en piedra mucho más ostentoso que el resto, siguiendo las características del arte gótico más recargado.
En el interior de la Basílica de Santa Cecilia, la grandiosidad de su arquitectura se combina con una rica decoración artística. Destaca el impresionante fresco del Juicio Final, que cubre la pared del coro, y que es considerado uno de los más grandes y mejor conservados de la Edad Media. Además, el templo alberga un notable conjunto de esculturas de piedra y madera, así como un órgano del siglo XVIII, que es uno de los más antiguos de Francia que aún se encuentra en funcionamiento.