La Iglesia de Ronchamp de Le Corbusier
Se trata de una iglesia de peregrinación, la de Nôtre Dame du Haut de Ronchamp, obra arquitectónica realizada por el gran arquitecto Le Corbusier en plena madurez profesional entre los años 1950-1955, que utiliza como materiales el hormigón y el acero, con vidrios de colores para las ventanas. Es una obra de gran expresividad poética en la que el autor quiso conseguir recrear un lugar de recogimiento, de silencio, de oración, de paz y armonía espiritual. Esto lo consigue plenamente en un interior profundamente religioso donde los matices de luces crean un ambiente intimista, que no puede compararse a ninguna iglesia moderna, y que entronca perfectamente con la tradición constructiva religiosa del románico y del gótico en su búsqueda de unos interiores llenos de recogimiento espiritual. Esta obra inicia en Le Corbusier un cambio hacia un estilo diferente con una nueva plástica y con formas constructivas orgánicas.
El templo está concebido como una iglesia interior-exterior, con el fin de acoger un número variable de personas, ya que en su interior caben grupos de hasta doscientas personas, y una fila de bancos laterales acoge peregrinos aislados o incluso pequeños grupos. Pese a ser una iglesia de peregrinación, el arquitecto no mantiene la tipología anterior, ya que el espacio carece de todo tipo de jerarquía.
Cuando hay peregrinaciones masivas, la explanada natural del este de la pared del altar sirve como templo al aire libre, con lo que relaciona totalmente el edificio con el paisaje. La cubierta voladiza, semejante a una concha, o a la quilla de un barco, protege la pared del altar, el púlpito y las plataformas de los cantores que adosados a este lateral crean la “gran iglesia” exterior. La pared exterior sur avanza a modo de proa, partida en dos por un gran contrafuerte, y abre la terraza del altar hacia la explanada. En esa misma pared del altar está la imagen “milagrosa” de Nôtre Dame du Haut. El interior está cercado por muros curvados y las ventanas irregulares, son muy pequeñas y abocinadas, semejando lucernas que filtran la luz cambiante según las distintas horas del día y de las estaciones, con un sentido simbólico que nos remite al arte medieval. Carece de elementos ornamentales ajenos a la propia arquitectura, claro que el color también le sirve para crear juegos de luces que ornamentan el interior.
En el exterior, el edificio se presenta como una forma muy plástica, gracias a la facilidad del modelado del hormigón, careciendo de una fachada principal. De hecho se dice que Le Corbusier concibió el edificio como si fuera una escultura. Sus paredes son blancas, dejando el cemento visible en la gran concha que es la cubierta, con una curiosa forma de sus elementos constructivos, destacando los tres elementos verticales que son las torres, que rematan en semicúpulas, abiertas para que la luz llegue al interior de forma cenital. Es un curioso sistema de luces inspirado en el de Villa Adriana en Tívoli. Esos muros verticales aparecen recubiertos con una textura granulosa “a la gunita” que crea destacados efectos de claroscuro.