Los fuertes de la isla de Terceira
El archipiélago portugués de las Azores se sitúa en un emplazamiento estratégico para la navegación marítima por el océano Atlántico. Quizás no tanto en la actualidad cuando existen buques con una mayor autonomía y capacidad para pasar mucho tiempo sin hacer escalas. Pero antiguamente estas islas eran vitales para el tráfico transoceánico entre Europa y los puertos de la costa este de Latinoamérica, así que se convirtieron en una importante parada para los barcos.
Y por lo tanto al transformarse en puertos relevantes, había que protegerlos de los ataques de potencias extranjeras y también de piratas. Sobre todo en el caso de los puertos de las principales islas, como es el caso de Terceira, cuya costa sur fue una de las más frecuentadas por los galeones y grandes barcos tanto españoles como portugueses.
Eso supuso un importante desarrollo para la actual ciudad de Angra do Heroismo en el pasado, el cual hoy se manifiesta en una serie de monumentos que están considerados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y sobre todo se creó todo un entramado defensivo para defender a lo barcos que aquí atracaban.
Son varios los fuertes que han llegados hasta nuestros días, como el de San Sebastián, el de San Juan Bautista, el de San Mateo o el del Monte Brasil. Y de todos ellos los más llamativos son los dos primeros.
El Fuerte de San Sebastián se construyó en el siglo XVI para defender el Puerto Pipas y fue un diseño el arquitecto Tomas Benedito de Pesaro (de origen italiano). Una obra que se realizó durante el reinado del rey Don Sebastián, de ahí su denominación. Y su labor defensiva estaba en estrecha relación con el enclave y cañones de San Benedito ubicados en la enfrentada costa del Monte Brasil.
Y en una época contemporánea, aunque unos años más tarde, se construyó el Fuerte de San Juan Bautista impulsado por el rey Felipe II de España, que por un tiempo también fue Felipe I de Portugal. Así que levantó una potente fortificación para defender las flotas que hacían aquí escala entre los puertos europeos y las colonias americanas, tanto de habla española como lusa.
Levantó un gran castillo de tres kilómetros cuadrados protegidos por unos murallas que se desarrollan durante 5 kilómetros, precisamente en el citado Monte Brasil de la costa meridional de la isla Terceira. Y tras ese amurallamiento se cobijaba un conjunto monumental en torno a la plaza de Armas. Ahí todavía se conserva la iglesia de San Juan Bautista que da nombre al conjunto, así como la Capilla de Santa Catarina de Sena y el Palacio de los Gobernadores.