Tratado de arquitectura de Filarete
En este caso no vamos a hablar de una obra arquitectónica concreta, sino de un tratado teórico que influyó en los creadores de su época. Se trata del Tratado de Arquitectura de Antonio Averlino, también conocido como Filarete. Un personaje del Renacimiento italiano (h. 1400 – h. 1469) que realizó trabajos de escultura, ingeniería y arquitectura, aunque su máxima contribución fue esta obra teórica.
La escribió entre los años a160 y 1464, y curiosamente él jamás llegó a ver su obra impresa, y sin embargo era enormemente conocida entre los artistas renacentistas, ya que circulaban varias obras manuscritas por el autor, y donde no faltaban sus dibujos más emblemáticos.
Filarete en realidad fue un personaje que participó bastante activamente de la efervescencia cultural del Cinquecento italiano, y lo hizo en los distintos lugares donde desarrolló su vida y sus trabajos, es decir: Florencia, Roma y Milán.
Precisamente en la ciudad lombarda de Milán es donde emprende la redacción de su tratado, que dedica al gobernante Francesco Sforza, miembro de uno de los linajes más poderosos y cultos de su tiempo. En cuyo honor no solo concibe este libro, sino que en realidad plantea toda una ciudad ideal, la Sforzinda.
Es precisamente la descripción de esa ciudad la que le sirve como hilo conductor de su peculiar interpretación de la arquitectura, en la que vincula no solo lo formal y lo constructivo, sino que lo relaciona con lo social, lo teórico y lo real.
El resultado es el de un manual muy didáctico, presentado a modo de un diálogo, como ya hacían escritores clásicos de la talla de Platón.
Si bien, aunque por formas y por el momento en el que escribió su Tratado de Arquitectura tenemos que hablar de una obra del Renacimiento, lo cierto es que muchas de las ideas sociales que trascienden de su lectura están mucho más relacionadas con el Medievo y el sistema feudal que con el siglo XV.
La ciudad Sforzinda que nos plantea es una ciudad renacentista por su planeamiento de geometrías muy propias del Humanismo, pero completamente jerarquizada a base de modelos feudales.
Pero más allá de sus teorías arquitectónicas, y su indudable valor como muestra del pensamiento artístico y social de la época, incluso hay autores que consideran el Tratado de Arquitectura como una joya artística dada la enorme calidad de los dibujos que contiene.
Son unos dibujos que esencialmente son representaciones gráficas pormenorizadas de sus descripciones arquitectónicas, pero al mismo tiempo su calidad dejan a la vista la compleja sensibilidad de su autor. Combina lo geométrico, lo primoroso y lo vulgar, como si a través de ellos quisiera mostrar sus propios conflictos.