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Perseo triunfante, Canova

Publicado por Laura Prieto Fernández

Suele ocurrir con la mayoría de las obras de arte que hoy consideramos de gran valor artístico que, en su tiempo, cuando fueron creadas no obtuvieron el reconocimiento que merecían; no obstante, en unas pocas ocasiones los artistas lograron crear piezas tan impactantes que pusieron de manifiesto su excelencia incluso entre sus coetáneos. La obra que aquí analizamos se trata de una escultura neoclásica que debido a su perfección formal fue muy admirada en su propia época, la pieza no es otra que Mercurio con la cabeza de Medusa realizada por Antonio Canova.

Canova (1757 – 1822) es sin lugar a dudas una de las figuras más destacables en la estatuaria de todas las épocas; la perfección formal de sus piezas lo ha situado a la altura de los grandes escultores de todos los tiempos como Miguel Ángel o incluso Bernini. Es, sin lugar a dudas, el escultor neoclásico más importante de toda Europa y su obra influyó poderosamente en la concepción escultórica de la época. Canova trabajó para algunos de los personajes más importantes de su tiempo.

El Perseo con la cabeza de Medusa o Perseo triunfante como también se le conoce, fue realizado entre 1800 y principios de 1801 como encargo de Onorato Duveyriez. Se trata de una escultura de tamaño superior al natural y de bulto redondo realizada en mármol. Su dueño, entregó la pieza a la República Cisalpina como tributo y años después la obra fue comprada por el papa Pío VII para colocarla en el mismo pedestal que había ocupado el Apolo Belvedere que le fue requisado por las tropas francesas; con este motivo el Perseo de Canova también fue conocido con el sobrenombre de El Consolador.

De hecho, parece que el artista pudo inspirarse en la escultura del Apolo para realizar su Perseo. Encontramos al héroe casi desnudo, tan solo ataviado con las sandalias aladas de Mercurio, el casco de Hades para hacerse invisible, una hoz de adamantio y una capa que cuelga de su brazo. Mientras con una mano sujeta victorioso la cabeza de la Gorgona, con la otra mano baja la espada dando por finalizada la batalla.

En la pieza se aprecia un ligero contrapposto que remite a los patrones de la antigüedad clásica, formalmente la pieza es precisa y limpia, con gran acierto por parte del artista a la hora de realizar la composición. Tan solo unos años después, entre 1804 y 1806, el artista creó una segunda versión de la pieza encargada por la condesa Valeria Tarnowska que hoy se exhibe en el Metropolitan Museum de Nueva York.