Monumento a Clemente XIV de Canova
Esta colosal escultura realizada en mármol la diseño el artista italiano Antonio Canova (1757 – 1822), el gran representante de la plástica de estilo neoclásico en el país transalpino. Concretamente en esta obra invirtió cuatro años de su vida en su realización, los que van entre 1783 y 1787, y está situada en la iglesia de los Santos Apóstoles de Roma.
El diseño y la composición estructural recuerda a las obras funerarias del escultor barroco Gian Lorenzo Bernini, quién también sirvió de inspiración para otro monumento papal que hizo Antonio Canova en 1792, en este caso situado en san Pedro del Vaticano y dedicado al Papa Clemente XIII.
Sin embargo, no hay que olvidar que Bernini fue el más grande escultor barroco que ha habido, y por lo tanto había elementos de su obra que no cuadraban excesivamente con el arte neoclásico. De ahí que Canova si que se base en sus estructuras compositivas pero deseche elementos como el cromatismo, los elementos que simulen movimiento o cualquier estructura que complique en exceso las líneas compositivas, todos ellas características propias del Barroco. En cambio, la obra de Canova es mucho más sencilla, ya que lo que él ansía es lograr que el mármol transmita naturalidad, sin renunciar al mismo tiempo a que su obra sea grandiosa, como se merece el personaje papal al que dedica el monumento.
Éste, el Papa Clemente XIV aparece en la parte más alta del monumento, y está sentado en su cátedra papal. Es decir, casi parece estar entronizado majestuosamente, mientras que con su mano simula bendecir a todos los fieles que se acerquen hasta él. Y a sus pies, el escultor coloca dos figuras alegóricas, concretamente apoya en el lado izquierdo y apoyada sobre el ataúd está una mujer que evoca la Templanza, mientras que a la derecha y a un escalón inferior otra mujer representa una alegoría de la Mansedumbre, la cual va a acompañada de un animal tan simbólico como es un cordero.
Si se mira en conjunto la obra, además del tono majestuoso que imprime Canova al monumento, sobre todo se puede apreciar que es una obra muy fácil de “leer” ya que todo en ella es claridad y se basa en el empleo de líneas muy sencillas, por eso no hay ningún tipo de artificios ilusionistas ni vestiduras recargadas, elementos más propios de estilos artísticos precedentes como el Barroco o el Rococó.
Algunos críticos de su época llegaron a decir que las tres estatuas que componen este monumento podrían haberse tallado durante el mejor periodo del arte griego, tanto por su composición como por su expresión, lo cual era el mejor halago que en aquellos momentos se podía a hacer a un artista de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, o sea, del estilo Neoclásico.