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Tres Gracias, Antonio Canova

Publicado por Laura Prieto Fernández

El grupo escultórico de Las Tres Gracias es una de las obras más conocidas y admiradas del artista neoclasicista Antonio Canova. Al igual que lo hiciera por ejemplo David en la pintura, Canova se ha identificado como el mejor exponente de la estética neoclasicista; sus obras son elegantes y gráciles, con un acabado personal que les otorga naturalidad.

Antonio Canova (1757 – 1822) es de origen italiano; su formación comenzó de la mano de un artista de segunda fila a quien el joven discípulo no tardaría en superar. Sin lugar a dudas hubo un hecho que cambió el destino de este artista, su primer viaje a Roma. Allí pudo conocer la estatuaria clásica que tanto le gustará e inspirará; desde entonces sucesivos encargos no harán más que acrecentar su fama de manera mundial. Entre sus comitentes encontramos a algunos de los personajes más influyentes de su tiempo, que van desde el papado hasta el mismísimo Napoleón Bonaparte.

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De hecho la obra de Las tres Gracias fue un encargo realizado por la familia de Napoleón, más concretamente por su esposa Josefina de Beauharnais. El grupo escultórico estaba basado en las Metamorfosis de Ovidio y representaba a las hijas de Zeus: Eufrósine, Aglaya y Thalia quienes representaban la alegría, la hermosura y el encanto femenino. En realidad la esposa del emperador nunca llegaría a ver terminada su obra ya que la muerte le sobrevino de manera repentina, así la obra de Canova permaneció en el taller del artista donde un noble inglés, el duque de Bedford, John Rusell quiso comprar la obra.

El nieto de Josefina se negó y decidió que el mismo se quedaría con la obra que había encargado su abuela; el duque por su parte, ordenó a Canova la realización de una segunda versión de la obra que dataría de entre 1814 y 1817.

Ambas piezas son muy parecidas, prácticamente iguales. Canova utilizó un solo bloque de mármol en ambas esculturas –en la segunda versión el material es quizás más jaspeado- a partir del cual devastó las tres figuras femeninas desnudas. Las jóvenes Gracias se funden en un abrazo entre ellas que denota una gran carga erótica del conjunto sin caer en la vulgaridad.

Las formas de sus cuerpos son contorneadas y en ellas se puede ver un guiño a la Antigüedad Clásica con las reminiscencias a la famosa curva praxiteliana. Las tres jóvenes aparecen en una graciosa postura, tan sólo se apoyan en uno de sus pies recreando un precario equilibrio que otorga dinamismo al conjunto.

El mármol ha sido trabajado con una técnica exquisita que reproduce a la perfección la piel bella y tersa de las Gracias. Sin duda, este acabado pulido es uno de los símbolos de identidad del genial escultor, y con él consigue un toque de elegancia y natural en cada una de sus obras.

En la actualidad la versión encargada por la esposa de Napoleón se conserva en el Museo de San Petersburgo mientras que la segunda versión está en Londres.