«Dédalo e Ícaro» de Antonio Canova
Antonio Canova, 1777-1797; Mármol, 200cm x 95cm x 97cm; Museo Correr, Venecia
Nos encontramos ante una pieza fundamental de la producción de Antonio Canova (Possagno (Italia), 1757 – Venecia, 1822), uno de los mayores representantes de la escultura neoclásica europea.
Esta obra es fruto de un encargo realizado por Pietro Vettor Pisani para decorar la fachada de su palacio veneciano, aunque finalmente se colocó en el interior debido a la admiración que despertó.
Realizada a partir de un modelo en yeso, propio de la forma de trabajar de este maestro, la obra fue esculpida entre 1777 y 1779. Esta escultura puede ser considerada la pieza fundamental en la producción escultórica de Canova debido a que es la obra que le consagró definitivamente como artista tras su exposición en la feria de arte anual de Venecia además, su pago aportó al joven escultor una suma de dinero suficiente para emprender su viaje de formación a Roma, donde no solo conoció el arte antiguo romano, sino que entró en contacto con los artistas y críticos del momento.
Se trata de una creación temprana, perteneciente a los primeros tiempos venecianos del artista, por lo que podemos ver cómo se encuentra aún impregnada del espíritu barroco que seguía reinando en Venecia, así se puede observar cómo se encuentra aún sujeta al naturalismo además de conservar la riqueza del movimiento barroco.
El grupo de Dédalo e Ícaro, cuya temática fue seleccionada por el demandante, presenta un viejo tema mitológico desde un nuevo punto de vista. Se representa el momento en el que Dédalo, padre de Ícaro, ata a éste unas alas realizadas mediante plumas y cera para que pueda escapar del laberinto del minotauro, donde se encuentran apresados.
El conjunto muestra bruscos contrastes entre las dos figuras humanas, por un lado nos encontramos ante la figura de Dédalo, cargada de naturalismo, que nos muestra a un personaje ajado por los años y con un cuerpo decrépito que se representa sin artificio alguno; por el otro encontramos al joven Ícaro, cuya infantil anatomía, aún sin desarrollar, presenta la tersura propia de su edad. El rostro contenido del viejo Dédalo se muestra concentrado en la acción de atar las alas a su hijo, reflexionando sobre la prueba a la vez que trata de asegurar el éxito de la misión y la seguridad de su hijo; en contraposición el rostro infantil de Ícaro muestra un semblante absorto en el trabajo que realiza su padre a la vez que ilusionado por la aventura que va a emprender. Con respecto al significado de esta representación, hay quien la ha interpretado como una trasposición pagana del tema del sacrificio de Isaac. Esta composición también ha sido leída como una alegoría de la escultura donde Dédalo representa al escultor como artesano a cuyos sus pies se encuentran los útiles de su oficio, el cincel y el martillo, que coloca a Ícaro, su obra, un gran ala que le permite soñar con alcanzar la libertad ansiada por el artista y coartada por el sistema gremial, entendiendo que en esta obra Canova pretende mostrar su rechazo ante la idea de escultor como artesano en pro de la de artista como creador. También se ha relacionado a Dédalo con la figura del abuelo del artista, cantero de profesión, quien lo crió y se sacrificó para poder aportarle las alas de libertad que supondrían para el joven su estancia en Venecia. En esta obra podemos vislumbrar algunas de las características que estarán siempre presentes en sus trabajos como el uso del mármol y del bronce, el interés por el cuerpo humano plasmado en la anatomía de los dos personajes de la composición, la elegancia en la línea, , la claridad compositiva o la textura suave que aporta a sus obras.