Monumento a la duquesa Cristina de Antonio Canova
Este monumento de carácter funerario lo realizó el escultor italiano Antonio Canova en su material favorito: el mármol. Lo esculpió en el año 1805 y se encuentra en la iglesia de los Agustinos de Viena, la capital de Austria.
Se trata de una más de las diferentes obras funerarias que realizó Canova, siempre para importantes personajes de su época como las tumbas que esculpió para los Papas Clemente XIII y Clemente XIV.
En este caso la obra parte de una pirámide de similares proporciones a la de Cayo Cestio en Roma, y en torno a esa pirámide se agrupan figuras alegóricas que representan las virtudes de la homenajeada. Concretamente aparece la Piedad en el centro, un león que es la Fortaleza, las figuras de las Tres Edades de la Vida que aparecen tras la Piedad, y también está la figura de la Muerte, aunque aquí no se representa con el tradicional esqueleto sino con la figura de un joven muy bello. Y también hay una serpiente que se representa mordiéndose la cola, lo cual simboliza la Inmortalidad.
Esta serpiente sirve para enmarcar el retrato conmemorativo de la duquesa Cristina. Un retrato que es portado por dos ángeles en la cúspide de la pirámide.
La escultura de la Piedad porta las cenizas de la difunta y las lleva la interior de la tumba. Pero el tamaño de la figura es mayor que el de la puerta, por eso se agacha provocando una sensación de angustia. Esta puerta se abre en el centro, abriendo un vacío oscuro.
Es una obra, en la que el escultor neoclásico Canova se nos muestra más romántico, especialmente en lo referente a ese sentido misterioso de la muerte.
Una característica de la producción escultórica de Antonio Canova, es que él también fue pintor y muchos de los elementos del arte de la pintura los trasladó a sus obras escultóricas. De hecho, en este caso combina a la perfección las figuras de bulto redondo con los bajos relieves, más próximos a las dos dimensiones de la pintura. Al igual que la pirámide es una fórmula compositiva habitual en la pintura, aunque aquí ese dominio geométrico de la obra también se debe a la influencia que le produjo el contacto con dos arquitectos neoclásicos como Boullé y Ledoux.
En cuanto a la representación en sí misma, los historiadores del arte han aportado diversas interpretaciones. La más comúnmente aceptada es que se trata de representar una ceremonia antigua, de carácter romano, en la que las cenizas se llevaban a la tumba acompañadas por el cortejo de personas más cercanas al fallecido.
Sin embargo, hay otros que piensan que Antonio Canova quiso hacer no sólo un monumento funerario a la duquesa Cristina, sino que al mismo tiempo quiso plantear una especie de lamento estoico por la mortalidad de toda la humanidad, planteando la duda sobre qué hay en el más allá, a lo que alude el vacío incierto de la puerta en el centro y base de la pirámide.