Conde Ugolino de Carpeaux
Esta obra realizada en mármol por Jean Baptiste Carpeaux entre los años 1865 y 1867 se conserva en la actualidad en el Metropolitan Museum de Nueva York (EE.UU).
Nos presenta a uno de los personajes de la gran novela medieval La Divina Comedia del italiano Dante Alighieri, una obra literaria por la que se sentía pasión durante la época romántica y a la que se le dedicaron numerosas creaciones escultóricas y pictóricas como La Barca de Dante de Eugene Delacroix.
Para comprender porque durante esa época se generó semejante interés por una de las obras cumbres de la literatura italiana se dieron dos condicionantes.
Por una parte el texto, se redactó durante un momento de consolidación de una nación, a la que contribuyó con el establecimiento de un lenguaje, ya que el italiano actual se basa en la lengua florentina usada por Dante. Y por otra en la obra de Dante se hace constante mención a los infiernos, algo sumamente subyugante para los espíritus románticos de mediados del siglo XIX.
De hecho el personaje que retrata Carpeaux (1827 – 1875), el conde Ugolino es una de los personajes de La Divina Comedia con el que se encuentra Dante mientras pasea por el infierno. Y se trata de una figura mitológica prerrenacentista que tiene su origen en la leyenda griega de Atrio, un personaje obligado a comerse a su hijo.
Carpeaux no lo presenta en un momento de acción, sino en una pose reflexiva, manifestando una introspección también muy del gusto romántico. Y aunque la temática es propia del Romanticismo, la escultura de Carpeaux también se puede considerar dentro del movimiento Realista que coincidió durante esas décadas centrales del siglo XIX.
El Realismo en la plástica de Carpeaux se manifiesta sobre todo en su extraordinario gusto por el detalle, algo que le otorga a la obra una indudable maestría. Basta ver las manos del personaje, las arrugas en su rostro o la expresión del mismo. Además las formas muestran la preocupación por el claroscuro, algo que hay que tener muy en cuenta en la composición piramidal de este grupo, en el que los diferentes personajes se van apiñando y se ocultan partes unos a otros. Y también es muy de valorar las calidades de las carnaciones, la musculatura, incluso el entramado de venas en los miembros, tanto del personaje principal como de los jóvenes que se despliegan sus pies.
Pero aunque esos rasgos técnicos sean propios del Realismo, lo cierto es que el espíritu de la obra es típicamente romántico. Porque Carpeaux se preocupa mucho por los detalles en sus retratos, pero no tanto por los sentimientos, y es que no transmite una excesiva preocupación social.
Se trata de un artista con una clara vertiente decorativista u ornamental. Algo que todavía se manifiesta más en sus muchos trabajos fruto de encargos oficiales para decorar edificios públicos, tanto en la Ópera de París o en el Palacio del Louvre o en los pilares del Arco del Triunfo de los Campos Elíseos.