Coristas de Gutiérrez Solana
Pese a tratarse de una obra que realizó Solana en el año 1927, lo cierto es que este lienzo se vincula mucho más con la visión de una “España negra” que tenían los artistas de la Generación del 98 (1898) en la cual José Gutiérrez Solana sería el representante de la pintura frente al talento literario de autores como Pio Baroja o Ramón Valle Inclán.
Es una representación de un mundo que plasmó en diversas ocasiones, el de las coristas que actuaban por los pueblos, teatros y cafés de mala muerte. Unas mujeres que cuando se alejan del escenario muestran la vida muy alejada del brillo del espectáculo. Todo es mucho más triste y gris. Una idea de pobreza y precariedad que Solana personalizó varias veces en grupos de mujeres, de las cuales seguramente las más emblemáticas sean sus cuadros dedicados la prostitución, como Mujeres de la vida.
En ese o en este de Coristas, el autor está presentándonos un friso de personajes, casi cosificados, y que se relacionan entre sí a partir de gestos y miradas. Una idea que el pintor usó en numerosas ocasiones a lo largo de su trayectoria, sin ir más lejos en uno de sus cuadros más reconocidos: El café Pombo.
En este caso vemos a las mujeres que han salido del escenario y en un pequeño espacio se están cambiando. Vemos la trastienda, lo que no deberíamos ver, y de alguna forma nos lo enseña la mujer vieja que hay a la izquierda. Un personaje de lo más siniestro que agarra un bolso con la recaudación y que invita a mirar, haciendo algo así como el papel de la madame en un prostíbulo.
En cuanto a la forma, es una obra en la que Gutiérrez Solana ha alcanzado la plenitud de su estilo. Es capaz de contornear las figuras y luego empastarlas a partir de pinceladas anchas, cargadas de sensaciones, e incluso no duda en emborronar ciertas partes para añadir un tono sórdido más evidente todavía. Pero nada de eso le quita nitidez a las figuras ni sus objetos, todo tiene una contundencia muy potente que atrae las miradas.
Una obra de gran calidad y de tamaño considerable (160 x 211 cm.), tal y como es habitual en los cuadros de Solana. Y aunque la superficie sea grande, logra que su narración simule no caber, y todo se amontone gracias a una composición muy abigarrada, la cual quizás sea más expresiva quizás que los rostros de las mujeres, que parecen abatidas y sin personalidad.
El óleo sobre lienzo en la actualidad se expone en el Museo Carmen Thyssen de Málaga.