Las Artes Plásticas en la segunda mitad del siglo XX (I)
La complejidad del arte en la segunda mitad del siglo XX es indudable. Museos, galerías, exposiciones provisionales se convirtieron en parte de la vida cotidiana de las ciudades del mundo, mostrando de esa manera la relación estrecha entre el arte y la sociedad de su momento. De hecho uno de los peligros de ello ha sido la vulgarización y la excesiva comercialización de las tendencias artísticas.
Mientras que en la arquitectura las tendencias se han ido simplificando, en cambio en las artes plásticas el panorama resulta confuso y complejo por la convivencia de posturas distintas que van desde la aceptación del “Expresionismo” hasta la aparición del “Minimalismo”, pasando por el “Hiperrealismo” o la “Transvanguardia”.
El período informalista tuvo su máxima expresión en el “Expresionismo abstracto” norteamericano, el cual empezó a cuestionarse a finales de los años 50, pidiendo una vuelta a los aspectos racionales e intelectuales, para no basarse tanto en los gestos intuitivos. Así, a lo largo de las dos décadas siguientes, en los años 60 y 70, se suceden las denominadas “Neovanguardias”, corrientes diversas que comparten el amor por la racionalidad. Fueron pioneros en ello artistas como Barnett Newman o Lucio Fontana que manifestaron su rechazo al cromatismo característico de la “Escuela de Nueva York”, aunque ninguno pueda librarse del influjo informalista, por ejemplo en la elección de gamas cromáticas con clara intencionalidad emotiva.
En los años 50 se inicia la geometrización abstracta, como primer paso para superar el “Informalismo”, el paso siguiente será retomar la figuración. Artistas como Jasper Johns y Robert Rauschenberg conciben sus creaciones a partir de objetos cotidianos de la vida moderna, aunque transformados para que lleguen a impactar en el espectador. Resulta evidente el influjo en ello de los “ready-made” de Duchamp, motivo por el que la tendencia se denomina “Neodadaísmo”. Claro que, su intencionalidad no es la misma que la de la vanguardia de los primeros años del siglo, pues su pretensión es unir la obra de arte con el espectador, de ahí la utilización de imágenes del arte popular.
A finales de los años cincuenta, otro grupo de artistas, encabezados por David Hockney, reaccionan contra lo que es para ellos un arte demasiado elitista e intelectual, defendiendo un arte más popular que será conocido como “Pop-Art”. En esta tendencia recurren a una figuración objetiva, con una simplificación de los contenidos, utilizando los medios expresivos de comunicación de masas, como el cómic, la publicidad, etc. El Pop pronto atravesó el Océano, donde artistas como Warholl, Lichtenstein o Wesselmann lo llevan hasta sus cotas más altas.
En los años sesenta aparece en Estados Unidos una tendencia aparentemente opuesta al “Pop- Art”, llamada “Minimal”. Propone un reduccionismo formal absoluto usando materiales procedentes de la industria trabajados con formas geométricas simples. Estos objetos minimalistas no tienen puntos en común con los “Ready-made”, ya que no están sacados directamente de la realidad, combinados y descontextualizados con una intencionalidad esencialmente crítica. En el “Minimalismo” los objetos son cubos, cajas, formas simples en acero, plástico, formica, etc., obteniendo como resultado imágenes de gran simplificación abstracta. Entre los artistas destacados resaltan Judd y Serra.