Mujer de ojos azules de Modigliani
Amedeo Modigliani ha pasado a la historia por las muchas mujeres que pintó. Y especialmente por sus largas series de mujeres desnudas recostadas, que nos dan la clave de su adoración por el cuerpo femenino. Un cuerpo plasmó con una serie de claves estéticas, tanto de forma como de color realmente únicas, como podemos ver por ejemplo en Desnudo con un collar.
Para esos cuadros pintó a muchas de sus amantes, ya que entre las virtudes de este artista italiano, se contaba la de ser un verdadero conquistador. En cambio, hubo una mujer de la que se enamoró perdidamente y a la cual pintó en infinidad de ocasiones, pero siempre vestida. Esa mujer fue Jeanne Hebutérne. Y es la muchacha a quien representa en esta obra de 1918 que se expone en Museo de Arte Moderno de la Villa de París.
La había conocido estudiando arte en la Academia Colarossi, donde la muchacha siendo una jovencita se formaba para ser pintora. De hecho conocemos algunas de sus obras, pero cuando se conocieron, Modigliani se enamoró perdidamente de la chica, y Jeanne quedó fascinada por ese artista de vida bohemia y personalidad arrolladora.
El caso es que se iba a convertir en pareja hasta la muerte. Ella siguió junto a él pese a su adicción a la bebida y a las drogas, y también pese a la extrema pobreza en la que vivían, ya que él no conseguía vender un cuadro. Sin embargo, se querían tanto que hasta quedó embarazada del artista. Sin embargo, el estado de salud de Modigliani fue empeorando rápidamente debido a la tuberculosis.
Y en el mismo lecho de muerte, ambos dos siguieron declarándose su amor, y la leyenda cuenta que uno de los últimos actos del pintor antes de morir, fue atarse las manos con su amada, y pedirle que le acompañara allá donde fuera. El caso es que Modigliani murió esa misma noche, y Jeanne pocas horas después, pese a su avanzado estado de gestación, se tiraba desde una ventana para suicidarse.
Tras eso el pintor fue enterrado en el cementerio parisino de Pere Lachaise y ella en otro más lejano. Pero sus restos años después fueron trasladados definitivamente junto a su amado, y hoy permanecen en la misma tumba.
Lo cierto es que fue una relación tan apasionada como maldita, pero por fortuna para nosotros, nos quedan los muchos retratos que le hizo, donde vemos una mujer que quizás no sea excesivamente hermosa, pero que a Modigliani le pareció perfecta, y sobre todo para sus cánones de belleza, dominados por los cuerpos estilizados, los cuellos largos y los rostros almendrados. Todo ello lo vemos en esta mujer, en la que además llaman poderosamente la atención sus ojos, capaces de atraer la mirada de cualquiera y también poseedores de un potencial expresivo innegable, y eso que los pinta sin pupilas.