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Tiziano (III)

Publicado por Chus

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Dentro de su faceta como retratista, entre todas sus obras de este género destacaremos el lienzo denominado “Carlos V de Mühlberg” (en el Museo del Prado, Madrid) en la que representa al emperador católico Carlos V en el momento previo a la victoria de Mühlberg en la que vence a los príncipes protestantes de Alemania y Países Bajos. El emperador aparece como el paladín de la cristiandad, montado a caballo, ataviado con una armadura de plata y oro, serio, con gesto decidido, con un claro deseo de trasmitir el mensaje político de superioridad frente a los enemigos. Para esta obra de carácter áulico el pintor recupera una iconografía de la Roma Imperial, el retrato ecuestre, inspirándose para ello en el de Marco Aurelio, que sobrevivió a la Edad Media, porque lo confundieron con el emperador Constantino, el que legalizó el cristianismo en el Edicto de Milán.

Es importante destacar que Tiziano, con su habilidad y maestría, logró capturar la esencia del emperador Carlos V, no solo en su papel de líder y conquistador, sino también en su humanidad. La expresión del rostro del emperador, a pesar de su palidez y aparente fragilidad, transmite una fuerza y determinación inquebrantables. Esta dualidad, entre la fortaleza y la vulnerabilidad, es una de las características más notables de la obra de Tiziano, que logra plasmar con maestría en sus retratos.

El emperador Carlos V fue un hábil político y diplomático que sabía bien utilizar el arte como instrumento de propaganda al servicio del poder, lo mismo que habían hecho los emperadores romanos. La inspiración de las figuras está clara, lo que añade el pintor es su situación ante un paisaje. Tiziano con esta obra iba a inaugurar uno de los temas favoritos del Barroco a la hora de representar a los reyes, de manera que el siguiente siglo, prácticamente todos los monarcas y personajes principales de las Cortes van a posar para ser inmortalizados de esta manera. En este lienzo la composición es claramente diagonal hacia el fondo, aunque ésta es poco marcada. El color es un elemento muy expresivo, tanto en los tonos rojos de la tela como en los cielos, y sobre todo en el pálido rostro del monarca enfermo, en el que el artista demuestra su capacidad de prospección psicológica.

Para poder hablar de su obra religiosa vamos a detenernos en la pintura de “La Asunción” en la iglesia de Santa María de´Frari. Ningún marco estructural mantiene la composición unida como se había hecho en los retablos del siglo XV, y sin embargo la composición resulta clara y estructurada como si lo tuviera. En la parte inferior se representa a los apóstoles en posturas diferentes, arrodillados, sentados, de pie extendiendo los brazos hacia lo alto donde María asciende hacia lo alto llevada en una nube por una corte de angelotes.

Además de su habilidad para capturar la esencia humana en sus retratos, Tiziano también demostró una gran habilidad para representar escenas religiosas con un alto grado de emotividad y realismo. En “La Asunción”, la representación de los apóstoles y la Virgen María no solo es realista, sino que también transmite una intensa emoción religiosa. Los apóstoles, con sus gestos y expresiones, parecen estar viviendo un momento de profunda conmoción y asombro, mientras que la Virgen María, con su rostro sereno y su postura elevada, parece estar en un estado de éxtasis divino.

La nube dibuja una media luna que se aleja oblicuamente desde el primer plano hasta las profundidades del cuadro, mientras que los apóstoles crean una firme base rectangular que conecta la composición con el espectador. Los pequeños ángeles se representan en gran variedad de posturas, jugando, volando, empujando, en escorzos pronunciados, mirando a María con expresión de éxtasis. La Virgen está vestida de rojo, llevando la túnica arremolinada a causa del ímpetu de su ascenso, con el manto azul hinchado por el viento, lo que sugiere la idea de ingravidez, sensación aumentada por la ordenación de la composición en una espiral ascendente. En la parte superior está la figura de Dios, tan escorzada que solo deja ver su cabeza, y se enmarca por una corte de querubines pintados en distintas intensidades de luz y sombra doradas. La composición pasa así de lo humano a lo divino. En esta obra Tiziano une clasicismo, libertad, fervor religioso y licencia poética para trasmitir el mensaje religioso con fuerza y entusiasmo, donde la gama cromática juega con tonalidades de todos los colores.