Carlos V y Tiziano
El emperador Carlos V fue un gran político, pero también un apasionado de las artes, y consideraba que el veneciano Tiziano era el mejor pintor de la época, y en la realidad se podría decir que Tiziano se convirtió en el único retratista que tuvo el hombre más poderoso de la primera mitad del siglo XVI.
Su afición al arte fue inmensa y está considerado como el precursor del coleccionismo en España, ya que su colección real fue la base y el inicio para los grandes museos nacionales españoles en la actualidad, especialmente para el madrileño museo del Prado, donde se conservan las obras aquí representadas.
Tiziano pintó a Carlos V en varias ocasiones, acompañado de uno de su perros de caza, ataviado con el atraje que fue coronado como rey de Lombardía, y sobre todo pintó el retrato que es la imagen más tópica del monarca en su retrato ecuestre.
Esta obra representaba la victoria que el emperador católico tuvo sobre los protestantes en Mühlberg. La pintó en el año 1548, y nos presenta al personaje cabalgando, decidido en dirección al enemigo.
El retrato lo realizó Tiziano en la ciudad alemana de Augsburgo, donde en aquel momento estaba el emperador aquejado de fiebres. Este detalle el pintor lo llega a plasmar en su rostro, y de hecho es un elemento más que ayuda al mensaje de la obra, ya que lo que nos pretende transmitir es un carácter tan sumamente fuerte que incluso estando enfermo fue capaz de vencer a sus enemigos.
Sitúa al personaje en un paisaje natural y todo el lugar, incluido la poderosa figura del rey, queda envuelto por la luz del atardecer, una luminosidad rojiza, casi sanguínea lo que le concede a la imagen un mayor tono de epopeya.
Como ya se ha dicho, Carlos V estaba realmente encantado con la maestría de Tiziano, y pese a ser él un emperador y el veneciano un pintor, lo respetaba mucho. De hecho, se cuenta la anécdota de que en una ocasión, mientras estaban en el estudio haciendo un retrato, a Tiziano se le cayó un pincel al suelo, y Carlos V no tuvo recato en agacharse, agarrar el pincel y devolvérselo al artista. Sin duda, algo inaudito en el protocolo y las convenciones sociales de aquella época.
No fue este el único retrato que le hizo Tiziano a Carlos V durante su estancia en Augsburgo en 1548, ya que aún hizo otro en el que el monarca está en postura sedente. Sin embargo, esa obra no se conserva en España, ya que cuelga de las paredes de la Pinacoteca de Munich.
Lo cierto es que Tiziano fue un retratista excepcional, y alcanzó una gran fama y prestigio. Dada su buena situación económica, él se permitía rechazar ciertos encargos y sobre todo evitar ciertos convencionalismos vigentes e inamovibles de los retratos de su época, y tal vez precisamente por eso, sus obras son fascinantes, porque no se atienen a los estereotipos de sus contemporáneos y son obras maestras diferentes, en las que es imposible confundirse, ya que un retrato hecho por Tiziano es inmediatamente reconocible.