Arte

Última Cena, Dalí

Publicado por Laura Prieto Fernández

Junto con las representaciones de la Natividad, las escenas de la Pasión de Jesucristo conforman el repertorio iconográfico más utilizado a lo largo de la historia del arte; muchos pintores han escogido las escenas de la Pasión como el tema principal de sus obras y en este sentido, debemos destacar especialmente como una de las representaciones más habituales la escena de la Última Cena momento en el que Jesucristo se reúne en torno a una mesa para despedirse de los apóstoles e instaurar el sacramento de la eucaristía.

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Si bien es cierto que el tema en absoluto podría calificarse como novedoso en este lienzo de la Última Cena realizado por el pintor surrealista Salvador Dalí encontramos un tratamiento novedoso acerca de esta tradicional temática; Dalí se dispone a recrear la escena presentando ante el espectador una conjunción entre las matemáticas y la religión.

El lienzo se trata de una obra de grandes proporciones –unos ciento sesenta y cinco centímetros de alto y algo más de dos metros y medio de anchura- formato horizontal realizado en óleo sobre lienzo. La obra, que en la actualidad se encuentra en la Galería Nacional de Arte de Washington USA, dataría de mediados del siglo XX, en torno al año 1955. El lienzo está asociado a una etapa que el propio pintor ha calificado como mística; tras sucesivas irreverencias en el ámbito religioso Dalí sorprendió a propios y extraños declarándose públicamente católico. Desde este momento la mirada del pintor se volcó hacia los grandes genios del arte clásico y en este sentido encontramos en esta Última Cena, un guiño a una de las obras renacentista más conocidas a lo largo de la historia del arte, La Última Cena de Leonardo da Vinci.

Dentro de un peculiar espacio acristalado con forma de dodecaedro Dalí dispone a Jesús en el centro de una mesa en torno a la cual se han reunido los apóstoles. Así, mientras Jesucristo instaura el sacramento de la eucaristía los apóstoles agachan la cabeza en señal de oración, precisamente es debido a esta posición por lo que se nos hace imposible reconocer la figura de Judas Iscariote entre los discípulos. La escena mezcla el misticismo religioso con una composición onírica característica del pintor; de esta manera Jesucristo se representa como un ser inmaterial que proyecta luz mientras que sus discípulos han sido representados como entes más corpóreos a través de un cuidadoso juego de luces y sombras.

Sobre la escena principal el artista ha dispuesto una nueva representación de Jesucristo, esta vez por medio de un torso desnudo, que actúa como intermediario entre el mundo terrenal y el celestial a la vez que simboliza su propia entrega como cordero místico para salvar a la humanidad.

Especial mención merece las proporciones matemáticas a las que recurre Dalí en este lienzo; la habitación donde se desarrolla la escena es un dodecaedro de cristal que deja ver el relieve de la costa ampurdesa. De la misma manera las cabezas de los protagonistas forman al unirlas un dodecaedro y la composición aparece regida por la presencia del número áurico.